El Papa Francisco presidió una celebración en la Basílica de San Bartolomeo en la Isla Tiberina, situada en medio del río Tíber, en el centro de Roma para orar por los "nuevos mártires" y en la que aseguró que la razón de la persecución que sufren los cristianos es el odio del demonio hacia los que han sido redimidos por Cristo.
"Si observamos bien, la causa de toda persecución es el odio del príncipe de este mundo hacia cuantos son salvados y redimidos por Jesús con su muerte y resurrección", afirmó en la homilía.
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"Y el origen del odio es este: porque nosotros hemos sido salvados de Jesús, y el príncipe del mundo esto no lo quiere, él nos odia y suscita persecución, que desde tiempos de Jesús y de la Iglesia naciente continúa hasta nuestros días".
La Basílica está encomendada a la Comunidad de San Egidio y dedicada a los "Nuevos Mártires". Cuenta con numerosas reliquias de mártires, algunos de los cuales ya son beatos, santos o se encuentran en proceso.
A su llegada, el Pontífice besó un crucifijo delante de la puerta de entrada a la iglesia y una vez ya en el altar veneró un icono de los mártires. A continuación, dio inicio la Liturgia de la Palabra y se escucharon los testimonios.
En la homilía, Francisco habló del motivo de su visita: "hemos venido aquí, donde la historia antigua del martirio se une a la memoria de los nuevos mártires, de muchos cristianos asesinados por las ideologías insanas del siglo pasado, y asesinados solo por ser discípulos de Jesús".
"El recuerdo de estos heroicos testimonios antiguos y recientes nos confirma en la conciencia de que la Iglesia es Iglesia de mártires", afirmó.
El Papa explicó que los mártires son aquellos que "como recuerda el Libro del Apocalipsis, 'vienen de la gran tribulación, y han lavado sus túnicas en la sangre del Cordero'". "Ellos tuvieron la gracia de confesar a Jesús hasta el final, hasta la muerte", añadió.
"Ellos sufren, ellos dan la vida, y nosotros recibimos la bendición de dios por su testimonio. Y hay también muchos mártires escondidos, esos hombres y mujeres fieles a la fuerza suave del amor, a la voz del Espíritu Santo, que en la vida de cada día buscan ayudar a los hermanos y amar a Dios sin reservas".
Aprovechando el tiempo de Pascua, el Santo Padre manifestó que con la muerte y resurrección de Cristo "nos ha rescatado del poder del mundo, del poder del diablo, del poder del príncipe de este mundo".
El Obispo de Roma se preguntó por qué muchas comunidades cristianas son objeto de persecución hoy día. "Cuántas veces, en momentos difíciles de la historia, se ha escuchado: 'Hoy la patria necesita héroes'. El mártir puede ser pensado como un héroe, pero lo fundamental para él es que ha sido agraciado, agraciado por la gracia de Dios. Del mismo modo se nos puede preguntar: '¿De qué tiene necesidad hoy la Iglesia?'".
"De mártires, de testimonios, es decir, de santos de 'cada día', esos de la vida ordinaria, llevada adelante con coherencia, pero también de aquellos que tienen la valentía de aceptar la gracia de ser testimonios hasta el final, hasta la muerte".
"Todos ellos son la sangre viva de la Iglesia; son testimonios que llevan adelante la Iglesia, los que testimonian que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y lo esperan con la coherencia de vida y con la fuerza del Espíritu Santo que han recibido como don".
"Ellos nos enseñan que, con la fuerza del amor, con la mansedumbre, se puede luchar contra la prepotencia, la violencia, la guerra y se puede realizar con paciencia la paz", dijo Francisco.
Después de la homilía, Francisco veneró las reliquias de mártires expuestas en las diferentes capillas. En cada una de ellas, el Pontífice encendió una luz que luego una persona puso sobre el altar.
Cada una de las capillas de la Basílica está dedicada a los testimonios de fe de un continente, al nazismo y al comunismo.
Por ejemplo, en la de los mártires del nazismo, la vela fue llevada por una nieta del pastor Schneider, asesinado en el campo de concentración de Buchenwald, en Alemania. En la capilla de Asia y Oriente Medio, las velas fueron llevadas por la hermana de Andrea Santoro, sacerdote católico asesinado el 5 de febrero de 2006 en la Iglesia de Santa María en Trabzon, Turquía. Y Kevorc, un refugiado sirio armeno presente en la catedral de Alepo cuando fue bombardeada, le pidió a Francisco bendecir una paloma.
En la capilla de los mártires de América, la vela la llevó el P. Yerzi Norel, franciscano compañero de los mártires beatificados del Perú. Y en la de los mártires del comunismo, el P. Ambrosij, sacerdote del Patriarcado de Moscú (Rusia).
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- ACI Prensa (@aciprensa) 9 de septiembre de 2016