El Papa Juan Pablo II dedicó su catequesis de los miércoles a reflexionar sobre la vanidad de la riqueza material, y señaló que “es mejor ser pobre y vivir unido a Dios”.
En la audiencia general de hoy, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa habló sobre la primera parte del Salmo 48, "Vanidad de las riquezas".
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Ante unas 19 mil personas, el Santo Padre explicó que el salmista "debe afrontar 'días tristes', porque le rodea la iniquidad de los traidores', que 'se jactan de su mucha riqueza'. La conclusión a la que llega el justo es que 'la mucha riqueza' no es una ventaja; todo lo contrario, es mejor ser pobre y vivir unido a Dios".
Según el texto, el rico "está convencido de que va a lograr 'comprarse' incluso la muerte, intentado casi corromperla, como ha hecho para poseer todas las demás cosas, es decir, el éxito, el triunfo sobre los demás en ámbito social y político, la prevaricación impune, la saciedad, las comodidades, los placeres".
Juan Pablo II señaló que "el destino final del rico, por mucho dinero que esté dispuesto a ofrecer, será inexorable. Como todos los hombres y mujeres se encaminará a la tumba y tendrá que dejar en la tierra el oro que ha amado tanto, aquellos bienes materiales tan idolatrados".
"Jesús dirige a los que le escuchan esta pregunta inquietante: '¿Qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?'. No es posible ningún cambio porque la vida es don de Dios, que 'tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de toda carne de hombre'", indicó el Papa.
Al momento de los saludos, el Santo Padre agradeció a los polacos "por las oraciones y expresiones de unidad y por el apoyo que me habéis ofrecido durante estos veintiséis años de pontificado. Que el Señor os premie con abundancia y os bendiga".
Antes de comenzar la audiencia, el Papa bendijo una estatua de Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, fundadora de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, que fue colocada en la parte exterior del transepto izquierdo de la basílica vaticana.