Cada 30 de junio recordamos a los “Santos Protomártires de la Santa Iglesia Romana”. Ellos murieron durante la primera persecución de la historia, organizada contra la Iglesia Católica (segunda mitad del siglo I). Padecieron terribles tormentos y entregaron la vida solo por llamarse ‘cristianos’, seguidores de Jesús de Nazareth. La Iglesia les ha concedido, en consecuencia, el título de ‘protomártires’ -término proveniente del griego antiguo- que quiere decir ‘primeros mártires’ o ‘primeros testigos’.
Una multitud vestida de blanco
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Las fuentes históricas que dan cuenta de su martirio son tanto paganas (no religiosas) como cristianas. Así, por ejemplo, Tácito (c. 55-c. 120), político e historiador romano, registró lo sucedido en sus Anales; mientras que lo propio hizo el obispo de Roma de ese entonces, el Papa San Clemente (f.d.-97).
“A estos hombres [Pedro y Pablo], maestros de una vida santa, vino a agregarse una gran multitud de elegidos que, habiendo sufrido muchos suplicios y tormentos también por emulación, se han convertido para nosotros en un magnífico ejemplo”, escribe San Clemente en su carta a los Corintios.
Mentira y crimen de odio
Con el anuncio de la Buena Nueva encabezado por los Apóstoles, el número de fieles fue cada vez más en aumento. Lamentablemente, el clima anticristiano suscitó que el senado romano rechazara la “nueva religión” por considerarla contraria a las tradiciones romanas, declarándola “ilícita” en el año 35 d.C.
Posteriormente, el emperador Nerón, para librarse de la acusación de haber mandado incendiar Roma, aprovechó la situación y culpó a los cristianos de ser los verdaderos autores del incendio. Nerón culpaba a los cristianos de practicar una religión maléfica, que incluía el canibalismo -alusión distorsionada y perversa a la Eucaristía-, y de promover el incesto, debido a la costumbre de llamarse hermanos entre ellos y saludarse con el beso de la paz.
De esta manera, Nerón desencadenó una infame persecución en la que muchos perecieron por proclamar y creer en el Dios verdadero, el Dios del amor, revelado en Jesucristo.
En la memoria de la Iglesia
El Martirologio jeronimiano es el primero en registrar la conmemoración de estos sangrientos hechos, en los que más de 900 cristianos fueron asesinados. En dicho documento se señala el 29 de junio como el día destinado a la memoria de estos hombres y mujeres, coincidiendo con la efeméride de San Pedro y San Pablo, apóstoles y columnas de la Iglesia. Se le atribuye a San Pío V, en el siglo XVI, la primera mención a los protomártires en el Martirologio Romano, con fecha 24 de junio. En la actualidad, la Iglesia los conmemora cada 30 de junio, un día después de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo.