Hoy, 6 de abril, la Iglesia Católica celebra el V Domingo de Cuaresma. La lectura del Evangelio está tomada de Juan, capítulo 8, versículos del 1 al 11 (Jn 8, 1-11). El relato corresponde al encuentro de Jesús con la mujer sorprendida en adulterio, a quien los escribas y fariseos quisieron apedrear apelando a lo prescrito en la ley de Moisés.
Jesús se había retirado al monte de los olivos a orar. A la mañana siguiente, muy temprano, como de costumbre, acudió al templo a enseñar. La multitud ya lo esperaba para escucharlo, pero también los escribas y fariseos, quienes, para ponerlo a prueba, le pusieron enfrente a una mujer sorprendida en adulterio. La ley de Moisés mandaba apedrearla. “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?” (Jn 8, 4). Jesús parece no prestar atención completamente –está agachado escribiendo con el dedo sobre la arena–, cuando de pronto se pone de pie y dice: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” (Jn 8, 7-8). La respuesta de Jesús provocó que todos los acusadores se retiraran uno a uno. Al final se quedó solo junto a la mujer. “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” (v. 10) –pregunta Jesús, quien se ha incorporado. “Nadie, Señor” –contestó ella. Entonces Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar” (Jn 9-11).
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El Papa Francisco recuerda que «El evangelista precisa que le plantean [a Jesús] la pregunta “para tentarle, para tener de que acusarle” (v. 6) (...): el “no” a la lapidación habría sido un motivo para acusar a Jesús de desobediencia a la Ley; el “sí”, en cambio, para denunciarlo a la autoridad romana, que se había reservado las sentencias y no admitía el linchamiento popular». Luego, el Papa añade: «[Jesús] Llama a la conciencia de su condición de hombres pecadores, por la cual no pueden reclamar para sí el derecho a la vida o a la muerte de los demás… Al final solo quedan Jesús y la mujer, allí en el medio: “la mísera y la misericordia”, dice San Agustín (In Joh 33,5). Jesús es el único sin culpa, el único que podría arrojar la piedra contra ella, pero no lo hace, porque Dios “no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (ver: Ez 33,11). Y Jesús despide a la mujer con estas estupendas palabras: “Vete, y en adelante no peques más” (v. 11)... cuando Jesús nos perdona, nos abre siempre un nuevo camino para que avancemos. En este tiempo de Cuaresma, estamos llamados a reconocernos como pecadores y a pedir perdón a Dios» (Ángelus, 7 de abril de 2019). Estamos llamados a ser conscientes de nuestra condición de pecadores perdonados.
A continuación presentamos la lectura del Evangelio correspondiente al V Domingo de Cuaresma.
Evangelio del día (Juan 8, 1-11)
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba.
Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?”
Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.
Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.
Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó: “Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”.
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