Cada 20 de mayo la Iglesia celebra a San Bernardino de Siena, fraile menor franciscano y sacerdote, insigne predicador y gran difusor de la devoción al Santísimo Nombre de Jesús.
Dice el santo en uno de sus sermones: “El Nombre de Jesús es la luz de los predicadores, pues es su resplandor el que hace anunciar y oír su palabra”. Para Bernardino el solo nombre de Jesús basta para evocar todo bien para el alma, porque es el único capaz de penetrar las profundidades del corazón y enseñorear allí el Amor verdadero. Por eso, aquél que anuncia a Jesús debe conocer y amar el santo nombre de Dios.
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Por otro lado, el santo fraile de Siena contribuyó de manera ejemplar a la promoción y fortalecimiento de la orden franciscana, gracias tanto a su capacidad intelectual como a su profundidad espiritual, dones que puso al servicio de los hijos de San Francisco de Asís.
Pasión por la predicación
San Bernardino Albizzeschi nació en Massa Marittima, Italia, en 1380; quedó huérfano de padre y madre, y fue criado por una tía. De pequeño le gustaba jugar a armar altares e imitar a los sacerdotes cuando predicaban.
Siendo adolescente no dejaría de alimentar su corazón piadoso, por lo que empezó a ejercitarse en la guarda de los sentidos y la asiduidad a los sacramentos. Esto le ayudó a mantener una vida de gracia, plasmada en la oración y el estudio. Estas prácticas espirituales fortalecieron su virtud, de manera especial la virtud de la pureza, entendía como el cuidado de quien ama la obra de Dios y se ama rectamente a sí mismo.
Franciscano
Cuando tenía 20 años, una gran peste golpeó la Toscana, región donde vivía. Entonces, él y sus amigos decidieron presentarse como ayudantes voluntarios en el hospital de la ciudad para auxiliar a los enfermos. A riesgo de su vida, el grupo de hermanos laboró en el recinto por varios años, hasta que desapareció la epidemia.
Más adelante, Bernardino tocaría las puertas del convento y sería aceptado en la Orden de los Frailes Menores de San Francisco de Asís, en la que fue ordenado sacerdote. Como presbítero se abocó de manera particular a la prédica, al punto que sería reconocido por el cuidado que ponía en la elaboración de sus sermones.
Misionero
Fue San Vicente Ferrer quien le pediría a Fray Bernardino, en el año 1406, que se dedicara a la evangelización de la península italiana, tarea que realizó por doce años. Durante este periodo Bernardino vivió probablemente en el monasterio franciscano de la montaña de Capriola, cerca de Siena. Ese sería su “cuartel de operaciones”.
En Capriola se mantuvo dedicado a la oración y a planear su viajes apostólicos, los que realizaría sistemáticamente, logrando abarcar el territorio de la actual Italia casi por completo.
Muchos milagros y portentos fueron obrados por su intercesión, entre ellos la expulsión de un demonio que había poseído a una prostituta de su natal Siena.
En el nombre de Jesús
Como activo propagador de la devoción al Santísimo Nombre de Jesús y la Eucaristía, el santo solía portar una tablilla, a veces sostenida sobre el pecho, en la que se mostraba la figura de una hostia consagrada de la que salían rayos de luz, y en cuyo centro podía verse el monograma IHS, que el santo ayudó a popularizar como símbolo de la Eucaristía.
El santo pasó por duros momentos. Víctima de una serie de comentarios y rumores confusos, a San Bernardino le tocó vivir una difícil prueba: fue suspendido como predicador por el Papa Martín V. Providencialmente, la intervención de San Juan Capistrano, quien conocía de su virtud y abnegación, lo ayudó a arreglar dicha situación.
San Bernardino de Siena fue también un gran reformador de la Orden franciscana y un destacado organizador. Con ingenio y confianza en la Providencia Divina llegó a fundar más de 200 monasterios de la rama a la que pertenecía: los Franciscanos de la Observancia (Frailes Menores de la Observancia).
En la madurez, fue convocado para ser obispo, pero el Papa lo tuvo que dispensar de tal encargo hasta en tres oportunidades, puesto que Bernardino se negaba a aceptar tal responsabilidad. No se sentía indicado para tamaño encargo. Le rogó una y otra vez al Pontífice que lo dejara en la labor que más amaba: su servicio como predicador.
Preocupación por los dramas de su tiempo: ética y economía
Influenciado por muchos pensadores escolásticos, San Bernardino se ocupó de temas de evidente naturaleza social y económica desde un punto de vista teológico y moral.
Eran tiempos en los que la Iglesia se esforzaba por responder a las circunstancias relativamente novedosas que se estaban presentando, tales como el crecimiento del comercio y la acumulación de riquezas -muestra de ello fue, por ejemplo, la emergente abundancia económica del norte de Italia-; o la aparición de figuras como la del empresario o comerciante. La formación de gremios de trabajadores y la aparición de entidades financieras constituían verdaderos retos para la enseñanza de la Iglesia y San Bernardino quiso contribuir a la comprensión de las nuevas circunstancias.
En un conjunto de sermones intitulados "Sobre los contratos y la usura", San Bernardino reflexiona y pone límites morales a ciertas prácticas económicas que se extendían rápidamente, la gran mayoría de las veces, en abierta contradicción con los valores evangélicos, tales como la dignidad de la persona y el trato justo.
Por otro lado, a San Bernardino de Siena se le reconoce haber repasado una larga lista de temas morales, incluyendo la sodomía, bastante extendida en algunos pueblos italianos. Tal desvergüenza devino en el desprestigio de toda una cultura que se pretendía “cristiana”, pero que se había consagrado al cultivo de los placeres del cuerpo, olvidándose del alma.
El espíritu de la predicación del santo fraile fue siempre el de invitar o alentar a la práctica del bien y procurar con ello la salvación de las almas -algo que se condice con la atención a los problemas sociales más prácticos o “terrenales”-. En ese esfuerzo siempre ayudó su estilo directo y sin ambages al predicar.
Reformador de los hijos de Francisco de Asís
San Bernardino de Siena fue un promotor de la orden a la que pertenecía, la Orden Franciscana Observante (frailes menores). En el campo de la renovación espiritual de los frailes fue un luchador infatigable. No fue el fundador de los franciscanos, como algunos han sostenido erróneamente, sino su celoso promotor y reformador.
Fruto de los esfuerzos del franciscano fue el incremento del número de frailes desde su ingreso a la orden -se contaban apenas 130- hasta el día de su muerte -cuando se había alcanzado aproximadamente los cuatro mil-.
Al santo se le debe la fundación y reforma de por lo menos trescientos conventos o monasterios. Además, Fray Bernandino fue una de las primeras autoridades franciscanas que envió misioneros hacia Oriente.
De acuerdo a sus biógrafos, presagiando que el final de su vida se acercaba, el fraile pasaba largas horas en oración. Se dice que presenció una aparición de San Pedro Celestino, quien le confirmó que pronto estaría con Dios.
Nuestro santo partió a la Casa del Padre en 1444, y solo seis años después fue canonizado por el Papa Nicolás V, el 25 de mayo de 1450, en uno de los procesos de canonización más breves de la historia.
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Si deseas saber más sobre San Bernardino de Siena, te recomendamos este artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/San_Bernardino_de_Siena.