El 6 de junio Mons. Peter Lin Jiashan logró finalmente su instalación como Arzobispo de Fuzhou, reconocido por el Gobierno comunista chino, aunque ya contaba con la aprobación del Vaticano desde 2016, tras una tensa división en la arquidiócesis.
Según informa Asia News, la ceremonia realizada en la iglesia de Fanchuanpu estuvo presidida por el Obispo de Xiamen, Mons. Giuseppe Cai Bingrui, jefe provincial de la Asociación Católica Patriótica, controlada por el Gobierno.
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En la ceremonia participaron 80 personas y 50 sacerdotes. Oficialmente, indica Asia News, la razón por la escasa concurrencia fue la pandemia del coronavirus, pero algunos fieles afirman que esto ha sucedido para evitar mayores conflictos. Al menos 50 sacerdotes prefirieron no participar del evento.
Mons. Lin Jiashan ha sido siempre parte de la Iglesia clandestina, subterránea o no oficial que no es controlada por el régimen y se mantiene fiel a Roma. En la década de 1980 fue sentenciado a 10 años de trabajos forzosos. Durante varios años desde la década del 2000 había intentado formalizar su situación con el Gobierno pero era contenido por la mayoría de sus sacerdotes.
La Arquidiócesis, tal vez la más rica y la más numerosa de China, tiene unos 300 mil fieles, 120 sacerdotes y unas 500 religiosas.
El reconocimiento del Gobierno le permitirá al Arzobispo facilitar las relaciones con la Iglesia, pero existen algunos riesgos de que se acrecienten las tensiones entre la comunidad oficial y la clandestina.
En años recientes los sacerdotes han estado divididos en dos grupos, uno de 20 sacerdotes que apoyaban al Arzobispo; y otro de unos 60 sacerdotes que querían como su pastor al P. Lin Yuntuan.
Para conservar la unidad de la arquidiócesis, en 2007 el Vaticano retiró a Mons. Lin Jiashan y le confió la arquidiócesis a un administrador apostólico, el P. Vincenzo Huang, que falleció en 2016. Ese año el Arzobispo buscó el reconocimiento del Vaticano, aunque en 2013 la Santa Sede ya había querido nombrar al P. Lin Yuntuan.
Este sacerdote participó en la ceremonia de instalación el 6 de junio de Mons. Lin Jiashan.
En junio, Mons. Lin Jiashan publicó una carta pidiendo a los fieles y a los sacerdotes "que estén unidos en espíritu en el camino de la reconciliación, tolerancia y aceptación mutua y unidad en Cristo, evitando sospechas, ataques y divisiones".
El Prelado decía además que "un pequeño número de sacerdotes que no han firmado el registro del Gobierno, también son considerados sacerdotes de esta diócesis".
Varios sacerdotes que no querían firmar su pertenencia a la Iglesia independiente (de la autoridad del Vaticano) acusan al Arzobispo de haberlos "traicionado" porque los fieles que no han firmado el registro no son "un pequeño número" y porque el Gobierno está persiguiendo a este grupo sin dejarles desarrollar su ministerio.
Un sacerdote de una diócesis cercana comenta sobre la situación que "tal vez la división está regresando a la diócesis, como sucedió antes. Y todo por el poder".
Asia News señala que "desde que el Gobierno estableció nuevas regulaciones para las actividades religiosas se exige que todo sacerdote se adhiera a la 'Iglesia independiente', ame a China, se someta a las políticas del Partido Comunista. Luego de la firma del acuerdo provisional entre China y el Vaticano, la presión sobre los sacerdotes es cada vez mayor".
En septiembre de 2018 el Vaticano y China firmaron un acuerdo provisional para el nombramiento de obispos. Tras ello, las autoridades del Gobierno comunista chino han mantenido la persecución contra los católicos, han seguido demoliendo iglesias y cruces, y han proseguido con los arrestos del clero clandestino o subterráneo que se mantiene fiel a Roma.
Actualmente las autoridades del Vaticano y del Gobierno china estarían trabajando en una posible renovación del acuerdo.
En China, el régimen exige a los miembros de la Iglesia que se adhieran a la Asociación Patriótica Católica, una institución que está bajo control del Partido Comunista que gobierna el país. Los que no aceptan esta adhesión, la Iglesia clandestina, subterránea o no oficial, suelen sufrir persecución, arrestos y cárcel.