El belén del Vaticano de este año ha recibido críticas por su aspecto artístico posmoderno, que según una experta en arte no solo es una "elección mal considerada" que generó "división y daño", sino que reflejaría el "extraño y moderno odio y rechazo de nuestras tradiciones".
En declaraciones al National Catholic Register, la historiadora de arte Elizabeth Lev, que reside en Roma y es profesora de la Universidad de Duquesne, aseguró que no ha "visto a nadie decir que se siente más cristiano porque lo ha visto" y que "es tan divisivo que no escucho a mucha gente defenderlo".
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"La gente mira al Vaticano en particular por la tradición de la belleza. Guardamos cosas hermosas allí porque, no importa cuán horrible sea la vida, puedes entrar a San Pedro y eso es tuyo, eso es parte de quién eres y refleja quién eres y la gloria de quién eres. No entiendo por qué le damos la espalda a eso. Parece ser parte de este extraño y moderno odio y rechazo de nuestras tradiciones", comentó la experta.
En su descripción de la escena de la Natividad en la Plaza de San Pedro, el Vaticano señaló que estaba influenciada por la escultura antigua griega, egipcia y sumeria. El pesebre contiene 20 objetos de cerámica modernistas, incluidas las figuras principales de la historia de la Natividad, pero con rostros de juguete junto con la presencia de un judío, un verdugo, un soldado y hasta un astronauta.
Las figuras, que incluyen a la Virgen María representada con cabello rubio y rizado, están colocadas en un escenario minimalista sin paisajes, cuevas, árboles o arroyos que caracterizan los belenes habituales.
La idea del belén fue concebida por Stefano Mattucci, ex director del Instituto de Arte FA Grue, y luego fue diseñado por dos profesores de arte, Gianfranco Trucchia y Roberto Bentini. La escena contiene figuras que se hicieron originalmente entre 1965 y 1975 en la ciudad de Castelli, en la Diócesis de Teramo de Abruzzo en el centro de Italia.
En una columna de opinión publicada en el diario italiano Libero Quotidiano, el historiador de arte Andrea Cionci aseguró que la influencia sobre el belén del Vaticano remonta al "método histórico-crítico liberal de interpretar las Escrituras" que "asumió el poder después del Concilio Vaticano II".
Ese enfoque, dijo, tiene una "tendencia a desmitificar todo lo que es sobrenatural en la fe católica". Los dogmas, los milagros y las intervenciones divinas, explicó, son "asimilados a los residuos de los cultos paganos preexistentes".
Lev, por su parte, coincide en que el deseo de traer un belén al Vaticano es principalmente una "cuestión de innovación", aunque asegura que lo último que la gente quiere en un año difícil y de separación de familias como el 2020 es "experimentar con la imagen de la Sagrada Familia".
La experta dijo que una posibilidad es que el belén colocado este año en la Plaza de San Pedro podría servir para "hacernos anhelar una Natividad tradicional". Sin embargo, recordó que cuando San Francisco de Asís comenzó la tradición de los belenes, pidió el permiso del Papa precisamente porque no quería que esa costumbre fuera "malinterpretada como innovación, solo por innovar", sino más bien "invoca el misterio de la Encarnación".
"Les digo que no he visto a nadie decir que se sienta más cristiano porque lo hayan visto [el pesebre del Vaticano de este año]", dijo Lev. "He visto a la gente reírse de él, la gente ha estado lanzando la palabra demoníaco por doquier, demasiado, pero no está despertando una fe inactiva".
El National Catholic Register preguntó a la Oficina de Prensa de la Santa Sede si podría reemplazar la escena de la Natividad en vista de las críticas generalizadas, pero aún no ha recibido una respuesta.
Lev no cree que deba eliminarse el belén de este año, pero dijo que algo de arrepentimiento y admitir que fue una "elección mal considerada" sería bienvenido dada la "división y el daño que ha causado", aunque no cree que eso suceda.
Datos adicionales sobre el pesebre
El nacimiento en cuestión se exhibió por primera vez en diciembre de 1965, luego se exhibió en el mercado de Trajano en Roma en 1970, y unos años más tarde en Jerusalén, Belén y Tel Aviv. Se agregaron varias figuras, incluido un rabino musulmán y un judío, aumentando el número total a 54.
Fausto Cheng, uno de los estudiantes en ese momento que ayudó a crear las figuras, dijo en una entrevista de 2018 que "aspectos revolucionarios" caracterizaron su creación, "desde romper los patrones clásicos del arte cerámico, el uso del color, la representación de la Natividad de una manera original".
Añadió que la escena había estado "impregnada de acontecimientos contemporáneos de los últimos años" que incluían "poner un pie en la luna, el Concilio Vaticano II y la abolición de la pena de muerte".
Según Marcello Mancini, vicepresidente del del Instituto de Arte FA Grue, la decisión de traer las figuras al Vaticano dos años después fue fruto de los encuentros entre el Obispo de Teramo, Mons. Lorenzo Leuzzi, y un grupo de artistas y técnicos.
"Querían traer algunas de las figuras no solo relacionadas con el cristianismo, sino también relacionadas con algunos temas que son queridos por nuestro Papa", dijo. Estos incluyeron temas no solo relacionados con la ciencia, sino también con el medio ambiente con la inclusión de muchos animales.