El Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo Emérito de Caracas, dio a conocer el que sería el milagro para la beatificación del venerable médico venezolano don José Gregorio Hernández.
En declaraciones a ACI Prensa, el Cardenal explicó que "recientemente se realizó en San Fernando de Apure el proceso canónico de un presunto milagro ocurrido en esa diócesis".
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El Purpurado dijo que este proceso se realiza cuando "se tiene indicios de que un hecho real no tiene explicación natural. Se trata de una investigación oficial, eclesiástica y regida por normativas canónicas. Es un estudio muy serio, diligente y muy detallado del presunto hecho sobrenatural".
En este caso, dijo el Arzobispo Emérito, "el hecho investigado como presunto milagro fue la curación extraordinaria de una niña que recibió un balazo en la cabeza, con pronóstico reservado".
"A pesar de muchas circunstancias adversas: lugar lejano, mucho tiempo transcurrido entre el incidente y la llegada al hospital, y del pronóstico inicialmente negativo de los médicos, la niña se curó totalmente, de manera inexplicable por causas naturales", indicó el Cardenal Urosa a ACI Prensa.
Para la sanación de la menor se pidió la intercesión de don Gregorio Hernández y "a él se atribuye la intervención de Dios para la curación de la niña".
El Arzobispo explicó que el Cardenal Baltazar Porras, Administrador Apostólico de Caracas; Mons. Tulio Ramírez, Vicepostulador de la causa de beatificación del venerable José Gregorio Hernández, "y los sacerdotes que han realizado la investigación, tienen mucha confianza en que se pueda obtener en Roma la calificación de milagro para este hecho".
La investigación concluyó en Venezuela y será enviada a la Congregación para las Causas de los Santos en el Vaticano.
El Cardenal Urosa dijo a ACI Prensa que "don Gregorio tiene fama de santidad desde el mismo momento de su muerte, y a lo largo de los años su personalidad se percibe cada vez más como un ser humano extraordinario, de grandes cualidades y virtudes".
"Fue excelente profesor universitario, investigador científico, médico acertadísimo y sumamente generoso, hombre querido por toda la comunidad caraqueña de su época, sin distinción de clases sociales". Asimismo, como católico practicante, "brilló por su ardiente caridad hacia el prójimo, especialmente hacia los pobres".
"Su testimonio nos invita a seguir el camino de Jesucristo, que es el camino hacia la felicidad y hacia la salvación eterna, y demuestra la importancia de la vivencia de la fe para el óptimo desempeño humano", concluyó.
Breve biografía
José Gregorio Hernández nació el 26 de octubre de 1864 en el pequeño pueblo campesino de Isnotú, estado de Trujillo (Venezuela). Su madre falleció cuando él tenía solo ocho años.
Estudió medicina en Caracas y tuvo tanto éxito que el presidente venezolano lo envió a estudiar microscopía, histología normal, patología y fisiología experimental en París.
Al volver fue profesor en la Universidad Central de Caracas. Después de llevar a su familia a la capital, quiso ser monje de clausura en Italia, para dedicarse solo a Dios.
En 1908 entró a la Cartuja de Farneta con el nombre de hermano Marcelo. Sin embargo, algunos meses después se enfermó y su superior le ordenó volver a Venezuela para recuperarse.
Llegó a Caracas en abril de 1909 y ese mismo mes recibe permiso para ingresar en el Seminario Santa Rosa de Lima, pero siguió anhelando la vida monástica. Volvió a Roma luego de tres años, hizo algunos cursos de Teología en el Colegio Pío Latinoamericano, pero una vez más enfermó y tuvo que volver a Venezuela.
Comprendió que Dios lo quería laico y ya no intentó volver a la vida religiosa. Decide convertirse en un católico ejemplar siendo médico, sirviendo al Señor en los enfermos.
Dedicaba dos horas diarias para servir a los pobres.
Un día, mientras cruzaba la calle para comprar medicinas para una anciana muy pobre, fue atropellado y llevado a un hospital donde un sacerdote pudo impartirle la Unción de los Enfermos, antes de morir el 29 de junio de 1919.
Caracas se conmovió y muchos decían: "Ha muerto un santo". Fueron tantos los que asistieron a su velorio que las autoridades tuvieron que intervenir para organizar a la multitud que quería despedirse de él.