Este año se cumplen 600 años de la muerte de San Vicente Ferrer, el santo español a quien el Papa Pío II llamó "El Ángel del Apocalipsis" por su gran manera de predicar sobre el juicio final y el anticristo.
"El Ángel del Apocalipsis vuela en los cielos para anunciar el día del juicio final, para evangelizar a los habitantes de la tierra", escribió Pío II en la bula de canonización de San Vicente Ferrer, dominico fallecido el 5 de abril de 1419.
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En un artículo publicado por Joseph Pronechen del National Catholic Register, se recuerda algunos hechos milagrosos de la vida de San Vicente, para comprender mejor la importancia de lo que dijo sobre el fin de los tiempos.
San Vicente predicaba en español o en latín, pero siempre lograba que lo entendieran todos. Una vez, tras haber dado tres sermones a los moros, logró la conversión de 8 mil de ellos. En otra ocasión logró que un grupo de 14 rabinos también se convirtieran tras su prédica.
El gran santo español intercedió para que, en total, 28 personas volvieran a la vida después de haber muerto. En la confesión podía leer las almas. En una ocasión le dijo a una madre que su hijo se convertiría en Papa y eso sucedió con Calixto III.
Durante una hambruna en Barcelona anunció que dos barcos llegaban cargados de trigo. Nadie le creyó pero, ese mismo día, las embarcaciones llegaron. También logró la conversión de muchos con el solo rezo del Rosario.
La prédica sobre el juicio final
En su prédica sobre el juicio final, el Ángel del Apocalipsis explicó que Jesús no vendrá como vino la primera vez, pobre y humilde, sino "con tal majestad y poder que todo el mundo temblará".
"La gente dirá a las montañas y las rocas. Caigan sobre nosotros y escóndannos del rostro del que se sienta en el trono y de la ira del Cordero'. (Apocalipsis 6,16). Sin embargo Jesús dijo: 'pero cuando estas cosas comiencen a pasar, miren arriba y eleven sus cabezas, 'porque su redención está a la mano' (Lucas 21, 28). La Madre Santa se sentará con él. Jesús separará a los pueblos de las naciones como un pastor separa a las ovejas de las cabras", decía el santo que sabía la Biblia de memoria.
San Vicente también alertó: "ese día será mejor ser una oveja de Jesucristo que un Papa, un rey o un emperador".
En sus sermones, el santo describió cinco actitudes de las ovejas para distinguirlas: "sencilla inocencia, gran misericordia, paciencia firme, obediencia verdadera y penitencia valiosa".
Una oveja, decía el santo, no ataca con sus cuernos como un toro, "y tampoco muerde con sus dientes como un lobo, ni golpea con sus patas como un caballo… si quieres ser una oveja de Cristo, no debes golpear a nadie con los cuernos del conocimiento o del poder, ya que los abogados golpean con los cuernos del poder, juristas, defensores u hombres que tienen gran conocimiento. Los mercaderes engañando a otros. Los señores y los matones con los cuernos del poder, amenazando e injuriando, y extorsionando, con calumnias y amenazas y cosas similares. Escuchen lo que dice el Señor de la boca de David: 'Y yo romperé los cuernos de los pecadores, pero los cuernos de los justos serán exaltados'. (Salmo 74, 11)".
El santo alentaba a no buscar venganza y tener paciencia, y a ser obedientes verdaderamente ordenando los pensamientos, las palabras y las acciones de acuerdo a la voluntad de Dios.
Sobre la penitencia, San Vicente decía que "es necesaria, para someter los pecados y proponerse no recaer, confesarse y hacer una satisfacción. Y de esta manera la penitencia hace al hombre una oveja de Cristo".
El fin del mundo y el anticristo
En una carta que escribió al Papa Benedicto XIII en 1412, San Vicente se refiere al fin del mundo y afirma que Dios ofrece signos "para que la gente sea advertida ante la tribulación por medio de estos signos. A través de la oración y las buenas obras, pueda obtener del tribunal de la misericordia que se revierta la sentencia contra ellos por Dios el juez en las cortes celestiales, o al menos que la penitencia y la enmienda de la vida, los prepare ante la inminente aflicción".
Tres de las "grandes y terribles aflicciones" serán "el anticristo, un hombre diabólico, la destrucción por el fuego del mundo terrenal y el juicio universal. Y con estas tribulaciones el mundo llegará a su fin".
San Vicente explica que "en el tiempo del anticristo, el Sol de justicia (Dios) será oscurecido por la interposición de los bienes temporales y las riquezas a los que el anticristo venera en el mundo. Así el brillo de la fe en Jesucristo y el resplandor de las vidas buenas ya no brillarán entre los cristianos".
"Porque deberán perder sus dominios, los gobernantes temporales, reyes y príncipes se pondrán al lado del anticristo. Del mismo modo, los prelados que temen perder su dignidad, y los religiosos y los sacerdotes que quieren ganar honores y riquezas, se olvidarán de la fe de Cristo y se adherirán al anticristo. Él será un hombre verdadero, pero tan orgulloso que no solo deseará el dominio universal en todo el mundo, sino que también exigirá ser llamado dios e insistirá en recibir la adoración divina", explicó San Vicente en su misiva.
"Habrá ciertamente signos del Sol de justicia, pero se oscurecerán en los corazones de los cristianos, ya que de esos corazones no surgirá la luz de la fe, toda prédica sobre una vida mejor cesará, debido a la interposición de las nubes de los bienes temporales".
San Vicente recuerda además que los bienes del mundo son pasajeros y que solo "los celestiales son eternos. Solo con ellos se puede ser fuertes".
En la Iglesia, alertó el Ángel del Apocalipsis, "se han vuelto al orgullo, la pompa y la vanidad… la misericordia y la liberalidad se cambiaron por la simonía, la usura y la rapiña; la castidad se convertirá en licenciosa, suciedad y corrupción; el brillo de la virtud cambia por la envidia y la maldad; la templanza se ha hecho glotonería y voracidad; la paciencia ha dado lugar a la ira, la guerra y las divisiones entre los pueblos, y la diligencia es reemplazada por la negligencia".
Cuando el Evangelio de Mateo afirma que "las estrellas caerán de los cielos", San Vicente indica que se refiere a los doctores y maestros de teología que "caerán del cielo, es decir de las alturas de la fe (Daniel 11,36). Cristo permite esto por las vidas escandalosas y malvadas y los muchos pecados" de algunos.
Por todo lo dicho, exhortaba San Vicente, "hagan penitencia ahora, perdonen las ofensas, hagan restitución de los bienes mal obtenidos, vive confesando tu religión. Si fuera cierto que en poco tiempo este pueblo va a ser destruido por el fuego, ¿acaso no cambiarías todos tus bienes por algo que sí pudieras llevarte contigo?".