"¡Signore, ti amo!' (¡Señor, te amo!): Estas fueron las emotivas últimas palabras de Benedicto XVI antes de partir hacia la casa del Padre, el pasado 31 de diciembre.
Lo dijo alrededor de las tres de la mañana y en italiano, con voz leve pero distinguible pocas horas antes de su muerte y ante la presencia de un enfermero.
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Según contó su secretario personal Mons. Gänswein, estas fueron sus últimas palabras comprensibles, "porque después ya no fue capaz de expresarse".
Este último anhelo alberga un sentido profundo y resume la vida de un hombre entregado al Señor que llegó a decir que "la locura de la Cruz es convertir el sufrimiento en grito de amor a Dios".
Sus últimas palabras evocan las mismas con las que Pedro, el primer Papa, respondió a Jesús cuando le preguntó tres veces si le amaba, recogidas en el capítulo 1 del Evangelio de Juan:
"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te amo". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas".
Como explicó Mons. Juan José Ignacio Munilla, Obispo de Orihuela-Alicante (España), las palabras del Papa Emérito resumen "un proyecto de vida" e invitan a preguntarnos "dónde descansa nuestro corazón".
Según destacó el Obispo, la declaración de Benedicto XVI también nos hace recordar la frase de San Juan de la Cruz: "Al atardecer de la vida nos examinarán del amor".
Se trata, además, de la última gran lección que nos dejó Benedicto XVI, secundada en su testamento espiritual, donde afirmó que "Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo".