El Papa Francisco invitó a vivir la fiesta de la Ascensión del Señor en "estos tiempos inimaginables", causados por la pandemia de coronavirus, como una celebración "más rica de sugerencias para el camino y la misión de cada uno de nosotros y de toda la Iglesia".
En el mensaje que el Pontífice envió este 21 de mayo a los miembros de Obras Misionales Pontificias (OMP), cuya asamblea general anual se debió cancelar por causa de la pandemia de coronavirus, Francisco reflexionó sobre la fiesta de la Ascensión.
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El Santo Padre recordó que "celebramos la Ascensión como una fiesta y, sin embargo, en ella se conmemora la despedida de Jesús de sus discípulos y de este mundo. El Señor asciende al Cielo y la liturgia oriental narra el estupor de los ángeles al ver a un hombre que con su cuerpo sube a la derecha del Padre", resaltó.
Llamó la atención sobre el hecho de que, en el momento en que Cristo se disponía a ascender al cielo, "los discípulos no parecía que hubiesen entendido aún lo sucedido. Él iba a dar inicio al cumplimiento de su Reino y ellos se perdían todavía en sus propias conjeturas. Le preguntaban si iba a restaurar el reino de Israel".
Sin embargo, "cuando Cristo los dejó, en vez de quedarse tristes, volvieron a Jerusalén 'con gran alegría', como escribe Lucas. Sería extraño que no hubiera ocurrido nada. En efecto, Jesús ya les había prometido la fuerza del Espíritu Santo, que descendería sobre ellos en Pentecostés".
La venida del Espíritu Santo "es el milagro que cambió las cosas. Y ellos cobraron seguridad, porque confiaron todo al Señor. Estaban llenos de alegría. Y la alegría en ellos era la plenitud de la consolación, la plenitud de la presencia del Señor".
El Papa también explica que San Pablo, en su carta a los Gálatas, señala que "la plenitud del gozo de los apóstoles no es el efecto de unas emociones que satisfacen y alegran. Es un gozo desbordante que se puede experimentar solamente como fruto y como don del Espíritu Santo".
"Recibir el gozo del Espíritu Santo es una gracia. Y es la única fuerza que podemos tener para predicar el Evangelio, para confesar la fe en el Señor", apuntó el Papa Francisco.
El Papa continuó: "La fe es testimoniar la alegría que nos da el Señor. Un gozo como ese no nos lo podemos dar nosotros solos. Jesús, antes de irse, dijo a los suyos que les mandaría el Espíritu, el Consolador. Y así entregó también al Espíritu la obra apostólica de la Iglesia, durante toda la historia, hasta su venida".
El misterio de la Ascensión, "junto con la efusión del Espíritu en Pentecostés, imprime y confiere para siempre a la misión de la Iglesia su rasgo genético más íntimo: el de ser obra del Espíritu Santo y no consecuencia de nuestras reflexiones e intenciones".
"Y este es el rasgo que puede hacer fecunda la misión y preservarla de cualquier presunta autosuficiencia, de la tentación de tomar como rehén la carne de Cristo que asciende al Cielo para los propios proyectos clericales de poder", concluyó su reflexión el Papa Francisco.