Al presidir ayer la vigilia de oración en la víspera del inicio del Sínodo Extraordinario sobre la Familia, el Papa Francisco pidió que sople el "viento de Pentecostés" sobre los trabajos sinodales y sobre la toda la humanidad.
El Santo Padre pidió que "pueda soplar el viento de Pentecostés sobre los trabajos sinodales, sobre la Iglesia, sobre la humanidad entera. Desate los nudos que impiden a las personas encontrarse, sane las heridas que sangran, reavive la esperanza. Nos conceda aquella caridad creativa que permite amar como Jesús amó".
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De esa forma, dijo, "nuestro anuncio volverá a encontrar la vitalidad y el dinamismo de los primeros misioneros del Evangelio".
Francisco señaló que "es significativo que - incluso en la cultura individualista que desnaturaliza y hace efímeros los vínculos – en cada nacido de mujer permanezca vivo un anhelo esencial de estabilidad, de una puerta abierta, de una persona con la cual entretejer y compartir la historia de la vida, una historia a la cual pertenecer".
"La comunión de vida asumida por el esposo y la esposa, su apertura al don de la vida, la custodia recíproca, el encuentro y la memoria de las generaciones, el acompañamiento educativo, la transmisión de la fe cristiana a los hijos...: con todo esto la familia sigue siendo escuela incomparable de humanidad, contribución indispensable para una sociedad justa y solidaria".
El Santo Padre señaló que "para buscar lo que el Señor le pide hoy a Su Iglesia, debemos escuchar los latidos de este tiempo y percibir el 'olor' de los hombres de hoy, hasta quedar impregnados de sus alegrías y esperanzas, sus tristezas y angustias".
"Entonces sabremos proponer con credibilidad la buena noticia sobre la familia".
El Papa subrayó que "en el Evangelio hay una fuerza y una ??ternura capaces de vencer lo que crea infelicidad y violencia. ¡Sí, en el Evangelio está la salvación que colma las necesidades más profundas del hombre! De esta salvación - obra de la misericordia de Dios y de Su gracia - como Iglesia, somos signo e instrumento, sacramento vivo y eficaz".
"Si no fuera así, nuestro edificio sería sólo un castillo de naipes y los pastores se reducirían a clérigos de estado, en cuyos labios el pueblo buscaría en vano la frescura y el 'olor a Evangelio'".
Francisco alentó a pedirle al Espíritu Santo "para los Padres Sinodales, ante todo, el don de la escucha: escuchar a Dios, hasta escuchar con Él el clamor del pueblo; escuchar al pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama".
"Junto con la escucha, invoquemos la disponibilidad a confrontarnos de forma sincera, abierta y fraterna, que nos lleve a asumir con responsabilidad pastoral los interrogativos que este cambio de época trae consigo. Dejemos que se derramen en nuestro corazón, sin perder nunca la paz, sino con la confianza serena en que, a su tiempo, el Señor no dejará de volver a conducir hacia la unidad".
"La historia de la Iglesia ¿no nos presenta acaso tantas situaciones análogas, que nuestros padres supieron superar con obstinada paciencia y creatividad?".
El Papa indicó que "el secreto está en una mirada: y es el tercer don que imploramos con nuestra oración. Porque, si de verdad queremos verificar nuestro pasado en el terreno de los desafíos contemporáneos, la condición decisiva es mantener nuestra mirada fija en Jesucristo - Lumen Gentium, Luz de los pueblos- detenernos en la contemplación y en la adoración de su rostro".
"Si asumimos su manera de pensar, de vivir y de relacionarse, no tendremos dificultades para traducir el trabajo sinodal en indicaciones y caminos para la pastoral de la persona y de la familia".
De hecho, aseguró el Santo Padre, "cada vez que volvemos a la fuente de la experiencia cristiana, se abren nuevos caminos y posibilidades inimaginables".
"Entonces, nuestra escucha y nuestro confrontarnos sobre la familia, amada con la mirada de Cristo, se volverán una oportunidad providencial para renovar - siguiendo el ejemplo de San Francisco – a la Iglesia y a la sociedad".
Citando a la Contitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, el Papa señaló que "con la alegría del Evangelio, volveremos a encontrar el camino de una Iglesia reconciliada y misericordiosa, pobre y amiga de los pobres; una Iglesia capaz de 'triunfar con paciencia y caridad en sus aflicciones y dificultades, tanto internas como externas'".