En la Misa que presidió este miércoles 14 de septiembre, segundo día de su visita a Kazajistán, el Papa Francisco explicó que el camino de nuestra salvación es "mirar a Jesús crucificado".
Tras varios encuentros con algunos líderes religiosos, el Papa Francisco se trasladó a la Plaza de la Exposición de la capital de Kazajistán, desde donde presidió una Misa ante miles de fieles.
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Después de saludar a las personas desde el papamóvil, el Santo Padre subió en silla de ruedas hasta el altar para presidir la Celebración Eucarística.
Cada 14 de septiembre la Iglesia celebra la Exaltación de la Santa Cruz, una fiesta especial para los católicos en la que el Papa Francisco centró su homilía.
Ante los fieles presentes, el Santo Padre señaló que "sobre ese leño Jesús ha tomado sobre sí nuestro pecado y el mal del mundo, y los ha vencido con su amor".
A continuación, el Papa Francisco aseguró que la Primera Lectura "nos llama a mirar con detenimiento los momentos de nuestra historia personal y comunitaria en los que ha decaído la confianza, en el Señor y entre nosotros".
"Cuántas veces, desalentados e intolerantes, nos hemos marchitado en nuestros desiertos, perdiendo de vista la meta del camino", lamentó.
Según explicó el Papa, estos son "los momentos de cansancio y de prueba, en los que ya no tenemos fuerzas para levantar la mirada hacia Dios".
"Son las situaciones de la vida personal, eclesial y social en las que nos muerde la serpiente de la desconfianza, que inyecta en nosotros los venenos de la desilusión y del desaliento, del pesimismo y de la resignación, encerrándonos en nuestro 'yo', apagando nuestro entusiasmo", explicó.
Ante estas situaciones, el Papa defendió que "nos hace bien custodiar el recuerdo de todo lo que se ha sufrido; no hay que eliminar de la memoria ciertas oscuridades, pues de otro modo se puede creer que son agua pasada y que el camino del bien está encauzado para siempre".
"No, la paz nunca se consigue de una vez por todas, se conquista cada día, del mismo modo que la convivencia entre las etnias y las tradiciones religiosas, el desarrollo integral y la justicia social", afirmó el santo Padre.
Asimismo, señaló que "es necesario un renovado acto de fe en el Señor; mirar hacia lo alto, mirarlo a Él, y aprender de su amor universal y crucificado".
Ante las "serpientes que muerden" presentes en la Primera Lectura, el Papa Francisco explicó que Jesús, "elevado sobre el mástil de la cruz, no permite que las serpientes venenosas que nos acechan nos conduzcan a la muerte".
"Ante nuestras bajezas, Dios nos da una nueva estatura; si tenemos la mirada puesta en Jesús, las mordeduras del mal no pueden ya dominarnos, porque Él, en la Cruz, ha tomado sobre sí el veneno del pecado y de la muerte, y ha derrotado su poder destructivo", afirmó.
Además, explicó que "esto es lo que ha hecho el Padre ante la difusión del mal en el mundo; nos ha dado a Jesús, que se ha hecho cercano a nosotros como nunca habríamos podido imaginar" y "esta es la infinita grandeza de la divina misericordia".
El Papa defendió que "este es el camino, el camino de nuestra salvación, de nuestro renacimiento y resurrección: mirar a Jesús crucificado".
"Desde la Cruz de Cristo aprendemos el amor, no el odio; aprendemos la compasión, no la indiferencia; aprendemos el perdón, no la venganza. Los brazos extendidos de Jesús son el tierno abrazo con el que Dios quiere acogernos. Y nos muestran la fraternidad que estamos llamados a vivir entre nosotros y con todos", continuó el Papa.
"Nos indican el camino, el camino cristiano; no el de la imposición y la coacción, del poder o de la relevancia, nunca el camino que empuña la cruz de Cristo contra los demás hermanos y hermanas por quienes Él ha dado la vida. El camino de Jesús, el camino de la salvación, es otro: es el camino del amor humilde, gratuito y universal, sin condiciones y sin "peros".
"Hermanos, hermanas, hemos renacido del costado abierto de Jesús en la cruz; que no haya entre nosotros ningún veneno mortal (cf. Sb 1,14). Oremos, más bien, para que por la gracia de Dios podamos ser cada vez más cristianos, testigos alegres de la vida nueva, del amor y de la paz", concluyó.