El Papa Francisco lanzó en Palermo, Sicilia, un duro alegato contra la mafia y sus crímenes, y advirtió que los cristianos no pueden ser mafiosos.
En la homilía de la Misa que presidió en el Foro Itálico de Palermo, este sábado 15 de septiembre, en la memoria litúrgica del Beato Sacerdote Giuseppe "Pino" Puglisi, asesinado por la mafia siciliana hace 25 años, el Santo Padre dedicó duras palabras a la mafia: "No se puede creer en Dios y ser mafioso".
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"Quien es mafioso no vive como cristiano, porque blasfema con la vida el nombre de Dios-amor. Hoy tenemos necesidad de hombres de amor, no de hombres de honor; de servicio, no de opresión; de caminar juntos, no de perseguir el poder", subrayó.
El Papa insistió: "Si la letanía mafiosa es: 'tú no sabes quién soy yo', la oración cristiana es: 'Señor, ayúdame a amar'".
"Por ello, a los mafiosos les digo: ¡Cambiad! Dejad de pensar en vosotros mismos y en vuestro dinero. ¡Convertíos al verdadero Dios de Jesucristo! De otro modo, vuestra vida quedará perdida y será el peor de los fracasos".
En su homilía, el Pontífice invocó constantemente la memoria del Beato Padre Pino, de quien destacó el poder de su sonrisa.
Francisco recordó que el Beato Pino dio su vida por los demás, y afirmó que "hoy estamos llamados a elegir de qué parte estamos: o vivir para uno mismo o dar la vida. Solo dando la vida se derrota al mal".
Francisco puso de ejemplo la vida de Don Pino: "No vivía para hacerse ver, no vivía del apellido 'anti-mafia', y menos aún se contentaba con no hacer ningún mal, sino que sembraba el bien".
Su lógica de vida, "parecía una lógica perdedora, mientras que parecía victoriosa la lógica del monedero. Sin embargo, el Padre Pino tenía razón: la lógica del dios-dinero es perdedora".
"Hace 25 años, cuando murió aquel día de su cumpleaños, coronó su victoria con la sonrisa, con aquella sonrisa que no deja dormir de noche a su asesino, el cual decía: 'había una especia de luz en aquella sonrisa'".
Señaló que "el Padre Pino estaba indefenso, pero su sonrisa transmitía la fuerza de Dios: no era un resplandor cegador, sino una luz gentil que excava dentro e ilumina el corazón. Es la luz del amor, de la entrega, del servicio".
Como el Padre Pino, hoy "tenemos necesidad de muchos sacerdotes de la sonrisa, de cristianos de la sonrisa, no para que se tomen las cosas a la ligera, sino porque únicamente son ricos en la alegría de Dios, porque creen en el amor y viven para servir. Es dando la vida como se encuentra la alegría, porque hay más alegría en el dar que en el recibir".
"Don Pino sabía que se arriesgaba, pero sobre todo sabía que el verdadero peligro en la vida no es arriesgarse, es vivir en la comodidad. Dios nos libera de vivir a la baja, contentándonos con medias verdades. Dios nos libera de una vida pequeña. Nos libera de pensar que todo va bien su a mí me va bien. Nos libera de creernos justos si no hacemos nada para contrarrestar la injusticia. Nos libera de creernos buenos sólo porque no hacemos ningún mal".
Con el ejemplo del Padre Pino como referencia, el Papa reflexionó sobre los conceptos de "victoria" y "derrota" y las contrapuso a otros dos conceptos: "amor" y "egoísmo". "Según Jesús, quien vive para sí mismo no es que pierda algo, sino que pierde la vida entera; mientras que quien se entrega a los demás encuentra el sentido de la vida y vence".
"El egoísta piensa en sanar su propia vida y se apega a las cosas, al dinero, al poder, al placer. Entonces, el diablo se encuentra las puertas abiertas. Le hace creer que todo va bien, pero en realidad el corazón se adormece. Este camino siempre termina mal: al final sólo queda el dinero con el vacío interior".
Además, advirtió del gran espejismo "del dinero y del poder que no liberan al hombre, sino que lo hacen esclavo". Destacó que "Dios no emplea el poder para resolver nuestros males y los del mundo. Su camino es siempre el del amor humilde: sólo el amor libera por dentro, da paz y alegría".
Por este motivo, "el verdadero poder, el poder según Dios, es el servicio. Y la voz más fuerte no es la de aquel que grita más, sino la oración. Y el triunfo más grande no es la propia fama, sino el propio testimonio".