El Papa Francisco ha consagrado este 25 de marzo a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María, en un acto histórico que ha repetido el Cardenal Konrad Krajewski en el Santuario de Fátima (Portugal) y al que se han sumado los religiosos y fieles de los cinco continentes.
El acto, que ocurre un mes después de la invasión rusa a Ucrania, ha tenido lugar en el marco de la celebración penitencial "24 horas para el señor" que ha comenzado a las 5:00 p.m (hora de Roma), una iniciativa de Cuaresma en la que el Pontífice también se ha confesado.
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A las 6:30 p.m, el Santo Padre ha pedido la intercesión de la Virgen María por la paz y consagrado al mundo entero y en especial a Rusia y Ucrania a su Inmaculado Corazón ante la presencia de 2.000 personas.
De esta manera, el Santo Padre acoge la solicitud que el 2 de marzo le hicieron los obispos católicos de rito latino de Ucrania, de consagrar públicamente ambos países.
Además, el Papa Francisco escribió una carta dirigida a los obispos para explicar la importancia de este acto y recordar que "la Iglesia, en esta hora oscura, está fuertemente llamada a interceder ante el Príncipe de la paz y a estar cerca de cuantos sufren en carne propia las consecuencias del conflicto".
Como se sabe, la consagración específica de Rusia también se llevó a cabo siguiendo el pedido de la Virgen María a los tres pastorcitos de Fátima en 1917.
"Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia", fueron las palabras de la Virgen en Fátima.
Esta petición de la Virgen María se hizo realidad el 25 de marzo de 1984, Solemnidad de la Anunciación del Señor, cuando San Juan Pablo II consagró Rusia a su Inmaculado Corazón. Un hecho confirmado por Sor Lucía, una de las videntes de Fátima.
Y hoy, exactamente 38 años después, frente a la devastadora guerra que ha golpeado el este de Europa, el Papa Francisco ha vuelto a consagrar este país, junto con Ucrania, al Inmaculado Corazón de María.
Una guerra atroz
En la homilía de la ceremonia penitencial celebrada en la Basílica de San Pedro este 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación del Señor, el Santo Padre posó su mirada sobre la guerra en Ucrania, "en estos días siguen entrando en nuestras casas noticias e imágenes de muerte, mientras las bombas destruyen las casas de tantos de nuestros hermanos y hermanas ucranianos indefensos".
"La guerra atroz que se ha abatido sobre muchos y hace sufrir a todos, provoca en cada uno miedo y aflicción", lamentó el Papa.
Asimismo, aseguró que "nosotros solos no logramos resolver las contradicciones de la historia, y ni siquiera las de nuestro corazón. Necesitamos la fuerza sabia y apacible de Dios, que es el Espíritu Santo. Necesitamos el Espíritu de amor que disuelve el odio, apaga el rencor, extingue la avidez y nos despierta de la indiferencia".
"Es necesario obtener del perdón de Dios la fuerza del amor, ese mismo Espíritu que descendió sobre María", subrayó el Papa.
A continuación, explicó que "si queremos que el mundo cambie, primero debe cambiar nuestro corazón. Para que esto suceda, dejemos hoy que la Virgen nos tome de la mano".
"Contemplemos su Corazón Inmaculado, donde Dios se reclinó, el único Corazón de criatura humana sin sombras. Ella es la 'llena de gracia; (v. 28) y, por tanto, vacía de pecado; en ella no hay rastro del mal y por eso Dios pudo iniciar con ella una nueva historia de salvación y de paz. Fue allí donde la historia dio un giro", defendió el Papa.
Asimismo, explicó que "Dios cambió la historia llamando a la puerta del Corazón de María. Y hoy también nosotros, renovados por el perdón de Dios, llamemos a la puerta de ese Corazón".
"En unión con los obispos y los fieles del mundo, deseo solemnemente llevar al Corazón Inmaculado de María todo lo que estamos viviendo; renovar a ella la consagración de la Iglesia y de la humanidad entera y consagrarle, de modo particular, el pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que con afecto filial la veneran como Madre".
"No se trata de una fórmula mágica"
Al mismo tiempo, el Papa aseguró que "no se trata de una fórmula mágica, sino de un acto espiritual. Es el gesto de la plena confianza de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel e insensata que amenaza al mundo, recurren a la Madre, depositando en su Corazón el miedo y el dolor, y entregándose totalmente a ella".
"Es colocar en ese Corazón limpio, inmaculado, donde Dios se refleja, los bienes preciosos de la fraternidad y de la paz, todo lo que tenemos y todo lo que somos, para que sea ella, la Madre que nos ha dado el Señor, la que nos proteja y nos cuide", dijo el Santo Padre.
Por último, el Papa aseguró que "los labios de María pronunciaron la frase más bella que el ángel pudiera llevar a Dios: 'Que se haga en mí lo que tú dices' (v. 38)" y destacó que "la aceptación de María no es pasiva ni resignada, sino el vivo deseo de adherir a Dios, que tiene 'planes de paz y no de desgracia' (Jr 29,11).
"Es la participación más íntima en su proyecto de paz para el mundo. Nos consagramos a María para entrar en este plan, para ponernos a la plena disposición de los proyectos de Dios", aseguró
"La Madre de Dios, después de haber pronunciado el sí, afrontó un largo y tortuoso viaje hacia una región montañosa para visitar a su prima encinta (cf. Lc 1,39). Que Ella tome hoy nuestro camino en sus manos; que lo guíe, a través de los senderos escarpados y fatigosos de la fraternidad y el diálogo, por el camino de la paz", concluyó el Santo Padre.