El Papa Francisco abrió los trabajos del proceso sinodal este sábado 9 de octubre con un discurso pronunciado en el Aula Nueva del Sínodo, en el Vaticano, en el que aseguró que la participación de toda la Iglesia "es un compromiso eclesial irrenunciable".
Ante los delegados de la Conferencias Episcopales, Sínodos de las Iglesias Orientales, miembros de la Curia Romana, delegados de congregaciones y de movimientos laicales, el Pontífice hizo un llamado a mantener la unidad.
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El proceso sinodal se inaugurará oficialmente mañana domingo 10 de octubre con una Misa en la Basílica de San Pedro del Vaticano, y concluirá en octubre de 2023 con la celebración de la Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre el tema "Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión".
El Santo Padre hizo hincapié en que los cristianos "estamos llamados a la unidad, a la comunión, a la fraternidad" y, parafraseando a San Cipriano, insistió en que "debemos mantener y defender firmemente esta unidad, sobre todo los obispos, que somos los que presidimos en la Iglesia".
El Papa explicó que, en el Sínodo, los Obispos "caminamos juntos en el único Pueblo de Dios, para hacer experiencia de una Iglesia que recibe y vive el don de la unidad, y que se abre a la voz del Espíritu".
En ese sentido, destacó que "las palabras clave del Sínodo son tres: comunión, participación y misión".
Subrayó que "comunión y misión son expresiones teológicas que designan el misterio de la Iglesia, y es bueno que hagamos memoria de ellas". La comunión "expresa la naturaleza misma de la Iglesia", como se puso de relieve en el Concilio Vaticano II.
En cuanto a la participación, defendió que, si la sinodalidad no se expresa de forma concreta en obras, "comunión y la misión corren el peligro de quedarse como términos un poco abstractos".
"Celebrar un Sínodo siempre es hermoso e importante, pero es realmente provechoso si se convierte en expresión viva del ser Iglesia, de un actuar caracterizado por una participación auténtica".
En ese sentido, "la participación es una exigencia de la fe bautismal". "Todos estamos llamados a participar en la vida y misión de la Iglesia. Si falta una participación real de todo el Pueblo de Dios, los discursos sobre la comunión corren el riesgo de permanecer como intenciones piadosas".
El Pontífice reconoció que la Iglesia ha avanzado en el aspecto de la participación del Pueblo de Dios, "pero todavía nos cuesta, y nos vemos obligados a constatar el malestar y el sufrimiento de numerosos agentes pastorales, de los organismos de participación de las diócesis y las parroquias, y de las mujeres, que a menudo siguen quedando al margen".
El Papa aseveró que "la participación de todos es un compromiso eclesial irrenunciable".
Aún siendo "una gran oportunidad para una conversión pastoral en clave misionera y también ecuménica", el Sínodo "no está exento de algunos riesgos", advirtió el Papa Francisco. Y citó tres: el formalismo, el intelectualismo y el inmovilismo.
El primer riesgo, el formalismo: "Un Sínodo se puede reducir a un evento extraordinario, pero de fachada, como si nos quedáramos mirando la hermosa fachada de una iglesia, pero sin entrar nunca", dijo el Papa.
Evitarlo "requiere que transformemos ciertas visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos, de las responsabilidades eclesiales, de los roles de gobierno, entre otras".
El segundo riesgo es el intelectualismo. Consiste en "convertir el Sínodo en una especie de grupo de estudio, con intervenciones cultas pero abstractas sobre los problemas de la Iglesia y los males del mundo".
El Papa lo describió como un "hablar por hablar". Para no caer en ese error, llamó a a no alejarse "de la realidad del Pueblo santo de Dios y de la vida concreta de las comunidades dispersas por el mundo".
Por último, citó la tentación del inmovilismo, que consiste en "no cambiar, puesto que 'siempre se ha hecho así'", expresión que definió como "un veneno para la Iglesia". "El riesgo es que al final se adopten soluciones viejas para problemas nuevos".
Por eso, "es importante que el camino sinodal lo sea realmente, que sea un proceso continuo; que involucre a las Iglesias locales, en un trabajo apasionado y encarnado, que imprima un estilo de comunión y participación marcado por la misión".
Por último, el Papa se refirió a tres oportunidades. La primer es "la de encaminarnos no ocasionalmente sino estructuralmente hacia una Iglesia sinodal; un lugar abierto, donde todos se sientan en casa y puedan participar".
La segunda oportunidad es la de "ser una Iglesia de la escucha, para tomarnos una pausa de nuestros ajetreos, para frenar nuestras ansias pastorales y detenernos a escuchar. Escuchar el Espíritu en la adoración y la oración, escuchar a los hermanos y hermanas acerca de las esperanzas y las crisis de la fe en las diversas partes del mundo, las urgencias de renovación de la vida pastoral y las señales que provienen de las realidades locales".
Por último, "tenemos la oportunidad de ser una Iglesia de la cercanía que, no sólo con las palabras, sino con la presencia, establezca mayores lazos de amistad con la sociedad y con el mundo. Una Iglesia que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios".