Mons. José Gomez, Arzobispo de Los Ángeles y presidente del episcopado estadounidense, recordó que sin importar que tan lejos este uno de Dios, Él siempre busca y espera a sus hijos "con los brazos abiertos".
Así lo indicó el Prelado de origen mexicano en una reflexión sobre el Evangelio de este domingo, la parábola del Hijo Pródigo, que compartió en su cuenta de Facebook.
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El Arzobispo dijo que este relato es para él una "escena triste" pues "siempre imagino cómo se siente el padre cuando el hijo llega y exige su herencia. Imagino lo adolorido que su corazón debe sentirse".
"Sin embargo, ¡el hijo vuelve! El Evangelio nos dice: 'Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente'".
Mons. Gomez cuestionó luego: "¿Cómo sabía el padre que su hijo volvería a casa? ¿Cómo sabía el padre que debía mirar en cada momento? Creo que el padre nunca dejó de mirar: cada día su hijo estuvo lejos y el padre se mantuvo mirando por si volvía, dejando su puerta abierta, esperando el retorno de su hijo".
El Arzobispo de Los Ángeles explicó que "la historia del Hijo Pródigo es nuestra historia. Cada uno de nosotros somos como el hijo que deja la casa del Padre y se va lejos. Nos separamos de Dios por nuestra debilidad, por nuestro pecado".
En esta parábola, continuó, "vemos la hermosa verdad de que Dios es un Padre rico en misericordia. Vemos que sin importar que tan lejos nos vayamos, Dios siempre nos busca. Siempre nos espera y nos busca, está listo para recibirnos con los brazos abiertos".
"Hoy volvamos a la Casa de nuestro Padre y confiémonos a sus brazos amorosos, a su plan de amor para nuestras vidas", concluyó.
El Evangelio de este domingo: Lucas 15:1-3, 11-32
Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.»
Entonces les dijo esta parábola. Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
«Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."
Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo".
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado".
Y comenzaron la fiesta. «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano".
Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!"
«Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."»