El médico Pablo Augusto Meloni Navarro logró todo lo que se propuso en su vida profesional y llegó a uno de los más altos cargos en la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, Dios lo llamaba a algo diferente y a sus 56 años ha sido ordenado sacerdote en la Arquidiócesis de Lima.
El sábado pasado el ahora Padre Pablo recibió el sacramento del orden sacerdotal en la Catedral de Lima junto a seis jóvenes diáconos, y su historia de conversión ha sido objeto de varios reportajes en los medios de comunicación peruanos.
El doctor Meloni destacó en la práctica de la medicina, acumuló maestrías internacionales, dedicó mucho tiempo a la docencia universitaria, hizo carrera en el Ministerio de Salud del Perú y en diversos organismos de cooperación internacional para llegar a ser vicepresidente del Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
"Todo lo anterior me parecía poco o nada", contó el Padre Meloni a ACI Prensa. Después de 20 años de carrera y éxito, "sentía que en mi vida, tal vez tenía que hacer más, que lo que hacía era muy poco, una sed de poder estar con el Señor y poder llevar a la gente a que se encuentre con Jesús, era lo que mejor que le podía pasar a una persona", afirmó.
El Padre Meloni, ingresó al Seminario Santo Toribio de Mogrovejo en la ciudad de Lima (Perú) a la edad de 51 años.
"Yo era de esos llamados católicos a mi manera", recordó el sacerdote y señaló que se creía una buena persona porque "hacía oración", iba a Misa "por compromisos sociales y de vez en cuando un domingo".
"La oración y la Misa estaban presentes en mi vida, pero no con una intensidad y una cercanía que pudiera realmente darme cuenta de cuál era el sentido último y final de la experiencia humana y de mi existencia vital", afirmó.
Su "proceso de conversión y de cambio" comenzó cuando su madre, entonces de 80 años de edad, le comentó que "se estaba olvidando de rezar". "Yo pensé como médico, que estaba teniendo algún problema de memoria", recuerda el presbítero y se ofreció a rezar con ella "pensando que le iba hacer un ejercicio intelectual para reforzar su memoria".
"Ella rezaba el Rosario. Yo no sabía exactamente qué era, pero la seguía, rezando con ella yo veía que se dormía y se quedaba con una paz, una tranquilidad que me estremecía".
Un día su madre le recordó que no estaba confirmado y le aconsejó recibir este sacramento. Para no contradecirla le dijo que lo haría, aunque pensaba que no lo necesitaba.
Tras la muerte de su su madre, durante una Misa en la Parroquia Santísima Cruz en el distrito limeño de Barranco, escuchó sobre un programa de catequesis de confirmación de adultos y se inscribió "pensando que podría ser un homenaje póstumo a mi madre".
"Inicialmente me sentí un poco extraño y me decía ¿qué hago acá?", recordó el sacerdote. "Lo que me parecía más extraño es que lo empecé a disfrutar y empecé a ir a Misa todos los domingos, y en algún momento llegué a la conclusión de lo que había perdido durante mi vida, tantos años sin ir a Misa".
"Me parecía una cosa hermosísima y entonces pensé que para poder recuperar el tiempo perdido tenía que ir a Misa todos los días".
A partir de ahí, su vida empezó a organizarse en torno a la catequesis y la Misa diaria. "Empecé a hacer oración de manera más ordenada", y las cosas que "antes me habían apasionado de mi trabajo, de mi vida personal y social, empezaron a perder importancia".
Cuando esto pasó "pensé que estaba empezando a tener un problema psicológico, algún problema de salud mental", así que consultó con algunos amigos que le dijeron que todo estaba bien.
Un día se enteró que una persona de su edad podía ser sacerdote y "esa idea no salió de mi cabeza, la tenía permanentemente rondando". Contó con el acompañamiento de un sacerdote y empezó un proceso de dirección espiritual y de discernimiento.
Tuvo una entrevista con el rector del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo, quien resultó haber sido también médico, "lo cual ayudó a confirmar que mi experiencia no era única, ni exclusiva, sino que muchas personas tal vez cientos y miles de persona en distintos lugares" habían sentido lo mismo.
Tras leer "Las Confesiones de San Agustín", decidió ingresar al seminario y cambiar radicalmente de vida. En el año 2011 fue ordenado diácono y fue ordenado sacerdote en el mes de mayo dedicado a la Virgen María, a quien el Padre Meloni considera la la inspiración para seguir siempre "en este camino de discipulado y de apostolado".
"Yo la vinculo a la figura de mi madre biológica,(…) María la primera creyente, el modelo de discípula y sobre todo, nos muestra a Jesús fruto bendito de su vientre".
El nuevo sacerdote invitó a aquellos que sientan el llamado a una edad adulta a no tener miedo "porque Jesús nos llama a todos, o a vida consagrada, o como clérigos, o a la vida laical, pero nos llama a la santidad y él nunca nos va a defraudar".
"No hay nada que la mente más ambiciosa de ningún ser humano pueda superar lo que el Señor tiene pensado para cada uno de nosotros, confiemos en él, entreguémonos y abramos nuestro corazón porque en él tenemos al amigo seguro que nos lleva al Padre. Espero que nos sigan acompañando en su oración a todos los que vamos a recibir este don y misterio que es la vocación sacerdotal", concluyó.