La Semana Santa comenzó en Tierra Santa con la tradicional procesión y Misa de Domingo de Ramos en la Basílica del Santo Sepulcro, presidida por el Patriarca Latino de Jerusalén, Mons. Pierbattista Pizzaballa, junto a 170 concelebrantes de diversas nacionalidades, además de una multitud de fieles, peregrinos y religiosos.
Mons. Pierbattista Pizzaballa dio la bendición a las palmas procedentes de Jericó y a las ramas de los olivos del convento franciscano de San Salvador, que fueron entregadas a los peregrinos que asistieron al evento.
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El Domingo de Ramos recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén sobre un asno, cuando la gente se conmovía y gritaba: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
En la Basílica del Santo Sepulcro se acostumbra a dar tres vueltas alrededor del lugar donde Jesús resucitó, número que recuerda los días transcurridos entre la muerte y la resurrección de Cristo.
En la tarde, las celebraciones cambiaron de lugar al Monte de los Olivos, con personas de diferentes nacionalidades rezando, alabando y cantando a Dios en cada uno de sus idiomas.
Otra procesión por Domingo de Ramos fue la que comenzó en la iglesia de Betfagé y terminó en la iglesia de Santa Ana, al lado de la Puerta de los Leones.
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Junto al Patriarca Latino, en las tres celebraciones participaron el Custodio de Tierra Santa, Fray Francesco Patton; Mons. Tito Yllana, Nuncio Apostólico en Israel y Chipre y delegado en Jerusalén y Palestina; y numerosos religiosos y autoridades de otras confesiones cristianas.
En su mensaje final, Mons. Pizaballa expresó que "Jerusalén no es sólo una ciudad de conflicto y división, de tensión política y religiosa, de posesión y exclusión. Es también un lugar de encuentro, de fe, de oración, de alegría, de comunión y de unidad. Hoy lo hemos experimentado".
"No debemos tener miedo de los que quieren dividir, de los que quieren excluir o de los que quieren apoderarse del alma de esta ciudad santa. No lo conseguirán, porque la ciudad santa siempre ha sido y seguirá siendo casa de oración para todos los pueblos (cf. Is 56,7) y nadie puede poseerla exclusivamente", aseguró el Patriarca Latino de Jerusalén.
"Nunca renunciaremos a nuestro amor por lo que esta ciudad representa: es el lugar de la muerte y resurrección de Cristo, el lugar de la reconciliación, de un amor que salva y trasciende las fronteras del dolor y la muerte".
"Es también nuestra misión como Iglesia de Jerusalén: construir, unir, derribar barreras, esperar contra toda esperanza (cf. Rm 4,18), testimoniar con serena confianza una forma de vida libre de las ataduras, de toda forma de miedo".
En diálogo con ACI Prensa, Rocío Ledesma, una peregrina española y responsable del voluntariado en el Centro Magdala en Galilea, afirmó que "hay días bonitos en la vida, ayer fue uno de ellos. Tantas veces explicando el Domingo de Ramos y hablando de la entrada de Jesús en Jerusalén".
"Todos conocemos el camino que va a comenzar, ese camino de la despedida, de la Cruz. Pidámosle al Señor que nos conceda la gracia de permanecer estos días junto a Él, de caminar a su ritmo, que nuestro corazón pueda latir al ritmo del suyo", concluyó Ledesma.