En el marco de su visita a México y tras reunirse con el presidente de ese país, Andrés Manuel López Obrador, el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, expresó el deseo de la Santa Sede de un "renovado pacto" desarrollado en base a una laicidad constructiva.
En conferencia de prensa desde la Nunciatura Apostólica en Ciudad de México este 21 de junio, el Cardenal Parolin aseguró que "la Santa Sede alimenta la esperanza de que ha llegado el momento de un renovado pacto de mutua colaboración, marcado por un profundo respeto de la legítima distinción entre Estado e Iglesia".
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Este pacto, resaltó, debe estar "basado en el principio de la laicidad".
El Purpurado, que visitó México desde el 17 de junio para presidir la ordenación episcopal de Mons. Fermín Sosa Rodríguez, nuevo Nuncio Apostólico en Nueva Guinea, explicó que "es parecer común" que el principio de laicidad "hoy ya no debe entenderse o declinarse como una oposición entre la esfera religiosa y la esfera secular".
Más bien, continuó, debe comprenderse "como una necesaria autonomía de compromiso y de acción en favor del bien de todos".
"Por eso desde hace algún tiempo se habla de una laicidad positiva, y últimamente también de una laicidad constructiva", destacó.
Lo que se busca, señaló, es que "lejos de ser un motivo interior de división y oposición, al principio de laicidad le compete por un lado respetar y acoger la valiosa contribución que las convicciones espirituales ofrecen a la sociedad. Y por el otro, también actuar como barrera para cualquier tipo de desvío fundamentalista o secularista".
El Cardenal Parolin recordó luego una carta del Papa Francisco de 2020, con ocasión de los 50 años de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la Unión Europea.
En esa ocasión, indicó el Purpurado, el Santo Padre dijo que sueña con "una tierra abierta a la trascendencia" en la que "el que es creyente sea libre de profesar libremente la fe y de proponer el propio punto de vista en la sociedad".
"Han terminado los tiempos de los confesionalismos, pero se espera también el de un cierto laicismo que cierra las puertas a los demás, y sobre todo a Dios", añadió el Papa.
"Porque es evidente que una cultura, un sistema político que no respeta la apertura a la transferencia no respeta adecuadamente a la persona humana", continuó.
En la conferencias de prensa de este 21 de junio en la Nunciatura Apostólica participó también el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, que aseguró que su país "coincide plenamente" con la preocupación del Papa Francisco por "temas fundamentales como los derechos humanos, la atención de los migrantes, la solidaridad con los desposeídos".
"El presidente de México quiere subrayar sus coincidencias con la Santa Sede con motivo de esta visita. Desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede en el año de 1992, se han desarrollado muy diversas y exitosas iniciativas comunes en materias como migración, derechos humanos y la búsqueda de la paz", dijo.
"Dice el presidente López Obrador: coincidimos con los llamados del Papa Francisco a la solidaridad internacional y al acceso equitativo y urgente a las vacunas contra el COVID-19".
Para Ebrard, "estas coincidencias y muchas otras entre México y la Santa Sede nos van a permitir seguir trabajando juntos para lograr la recuperación efectiva y solidaria de los efectos de esta pandemia que hemos atravesado".
La historia de las relaciones entre la Iglesia y México
Si bien las tensiones entre las Iglesia y México se remontan a las Leyes de Reforma del siglo XIX, se incrementaron con la Constitución de 1917, que originalmente establecía importantes restricciones al culto.
El punto más crítico se alcanzó en 1926, con la promulgación de la Ley de tolerancia de cultos, conocida como la "Ley Calles", por el entonces presidente Plutarco Elías Calles.
La Ley Calles llegó al punto de prohibir que los sacerdotes vistan traje talar, que los religiosos formen congregaciones y que se enseñara religión en las escuelas.
Las restricciones llevaron a que los obispos suspendieran el culto y detonara la Guerra Cristera.
Aunque la Guerra Cristera concluyó con los acuerdos realizados entre la Iglesia y el Estado el 21 de junio de 1921, no habría relaciones diplomáticas oficiales entre México y la Santa Sede hasta 1992.
Ese año el Gobierno de México reformó la Constitución de 1917 y se promulgó la Ley de asociaciones religiosas y cultos públicos, reconociendo la personalidad jurídica, entre otros derechos, a la Iglesia Católica, así como a otros credos existentes en el país.