“San Joselito”, como se le conoce al testigo de Cristo, San José Sánchez del Río, fue torturado y asesinado a los 14 años de edad el 10 de febrero de 1928 por oficiales del gobierno mexicano del presidente Plutarco Elías Calles porque el joven se negó a renunciar a su fe católica.
La guerra cristera en México comenzó tras la legislación anticlerical de 1926 promovida por Calles. Los católicos que se levantaron en armas para defender su fe fueron llamados "cristeros".
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A continuación, 7 datos que debes saber de la vida de San Joselito:
1. Pidió a Dios la gracia de morir mártir
Cuando su familia se trasladó a Guadalajara, José fue a la tumba del abogado Anacleto González Flores, martirizado el 1 de abril de 1927 por el gobierno de Calles. Allí el muchacho pidió a Dios poder morir como Anacleto en defensa de la fe católica.
Una de las 27 personas que testificó sobre la vida de José, dijo que el joven decidió unirse a los cristeros en esa visita-peregrinación. Su resolución se hizo más fuerte y rogó a sus padres que le diesen permiso.
Al inicio se lo negaron por su corta edad. Sin embargo, José le dijo a su madre: “Nunca ha sido tan fácil como ahora ir al paraíso”. Al final, le dieron su permiso y bendición.
2. Dio la vida por un cristero
José sirvió a los cristeros –que en un principio no quisieron aceptarlo por su edad y por el peligro al que se exponía– como portaestandarte de la imagen de la Virgen de Guadalupe, pero no tomó parte en los enfrentamientos armados.
El 6 de febrero de 1928, durante un enfrentamiento, los soldados del gobierno le dispararon al caballo del jefe cristero Luis Guízar Morfín.
Joselito se bajó del suyo y, “en un acto heroico” para que no fuera hecho prisionero, se lo ofreció diciéndole: “Mi general, tome usted mi caballo y sálvese; usted es más necesario y hace más falta a la causa que yo”.
Guízar Morfín pudo escapar y el joven fue capturado con su amigo Lázaro.
3. El lugar de su bautizo fue su prisión
Luego de ser capturado el 7 de febrero de 1928, Joselito fue encerrado en el baptisterio de la iglesia de Santiago Apóstol en Sahuayo, que había sido convertida en una cárcel y en caballeriza de las tropas del gobierno. Así, el lugar donde fue bautizado se convirtió en su prisión.
4. Defendió una iglesia convertida en gallinero
El postulador de su causa, el P. Fidel González Fernández, narró que el tabernáculo y el presbiterio de la iglesia donde José estaba prisionero fue usado como gallinero para entrenar a los gallos de pelea del gobernador.
Joselito “reaccionó con fuerza matando a los gallos, y sin miedo a las amenazas de muerte”. Además, le dijo al carcelero: “La casa de Dios es para rezar, no para usarla como un establo de animales. Estoy dispuesto a todo. Puede fusilarme. Así me encontraré enseguida en la presencia de Dios y podré pedirle que le confunda”.
5. Vivió su fe sin temor al peligro
El presidente Plutarco Elías Calles promulgó varias restricciones a la Iglesia. Los que se atrevían a desobedecer y profesar su fe eran enviados a la cárcel y ejecutados.
Sin embargo, José acudía al catecismo y se distinguía por su compromiso en las difíciles actividades parroquiales. También se acercaba a los sacramentos cuando podía, porque el culto público estaba prohibido, y rezaba cada día el Rosario con su familia.
6. Su padrino de Primera Comunión mandó asesinarlo
El padrino de Primera Comunión de Joselito fue Rafael Picazo Sánchez. Incluso estaban emparentados y era amigo de la familia.
Influenciado por el presidente Calles y su odio a la Iglesia, Rafael Picazo ordenó asesinarlo. Se le considera “el autor intelectual” del martirio de José.
7. Le arrancaron la piel de los pies
Al inicio, Rafael Picazo no quería asesinarlo, así que le hizo varias propuestas tentadoras para que renegara de su fe católica. Le ofreció inscribirlo en la prestigiosa escuela militar del régimen e incluso mandarlo a Estados Unidos. Sin embargo, José las rechazó.
Entonces, Picazo pidió a la familia cinco mil pesos de oro para liberarlo. Su padre reunió el dinero, pero José le pidió que no pagara el rescate porque ya había ofrecido su vida a Dios y “su fe no estaba a la venta”.
Dos testigos del martirio relataron que, ya en el mesón, los soldados le arrancaron la piel de la planta de los pies con un cuchillo. Después lo hicieron caminar hasta el cementerio, mientras lo golpeaban. Querían obligarlo a apostatar de su fe con las torturas, pero no lo lograron.
En el cementerio, el jefe de los soldados ordenó apuñalarlo para que no se oyeran los disparos. A cada puñalada José gritaba: “¡Viva Cristo Rey!”, “¡Viva Santa María de Guadalupe!”. Después el jefe le disparó dos veces en la cabeza. Eran las 11:30 p.m del 10 de febrero de 1928.
Esta noticia se publicó originalmente el 9 de febrero del 2022.