El delegado episcopal de Argentina para las causas de los santos, Mons. Santiago Olivera, presentó el 7 de febrero la consulta de testimonios para la beatificación de la hermana Bernardita de la Inmaculada Sesso, llamada cariñosamente como "madre de los sacerdotes".
El también Obispo Castrense de Argentina explicó que la hermana Bernardita es italiana pero "vivió mucho tiempo en Argentina perteneciendo a las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José, en San Miguel, provincia de Buenos Aires, donde mantuvo una gran amistad con el entonces maestro de novicios, luego Obispo y Cardenal, Jorge Bergoglio, actual Santo Padre Francisco".
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Ya que la causa de canonización de la sierva de Dios se abrió en Roma, el Obispo de San Miguel, Mons. Damián Nannini, delegó el trámite en Mons. Olivera.
De esa manera, el delegado episcopal para las Causas de los Santos tramitó y terminó la instancia judicial ante el Vicariato de Roma.
Mons. Olivera fue acompañado por sor Colomba Angelillis, representante de la Madre Delegada para Italia del Instituto Hermanas Pobres Bonaerenses de San José, Madre Gregoria Antonia Ortiz.
Madre Bernardita
Adele Sesso nació en Montella (Italia) el 15 de octubre de 1918, en una familia empobrecida y cuando el mundo aún sufría a causa de la Primera Guerra Mundial.
Desde joven sintió el llamado a la vida consagrada y quiso entrar a la Congregación de las Hermanas Vocacionistas; pero como ya había ingresado una de sus hermanas, no pudo hacerlo.
Entonces conoció la Congregación de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José en Roma e ingresó en este instituto religioso el 29 de julio de 1935 con 17 años de edad.
Realizó sus primeros votos el 19 de marzo de 1938 en Roma y el 5 de octubre de ese mismo año fue enviada a servir en los institutos ubicados en Argentina y Estados Unidos.
En cada uno de esos lugares fue ejemplo de humildad, piedad, laboriosidad, bondad y abandono a la Divina Providencia.
Desde su principal labor como cocinera y teniendo un especial cariño por los sacerdotes, desde pequeña, rezaba y se sacrificaba de forma extraordinaria por ellos y los seminaristas.
Colaboró en la formación de los futuros sacerdotes y religiosos, acogiéndolos con la bondad y la sonrisa que la caracterizaba; en sus dificultades los alentaba y ayudaba espiritualmente: fue para ellos una verdadera "madre", como le decían.
Los últimos años de su vida padeció de un tumor en el páncreas y en el hígado, por lo que fue sometida a varias intervenciones quirúrgicas. Su sufrimiento lo aceptó con fortaleza y serenidad.
Retornó a Italia donde recibía frecuentes visitas de agradecimiento de sacerdotes y prelados. Entre ellos el Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco.
Diez días antes de morir, recibió el sacramento de los enfermos y la absolución in articulo mortis de manos del Cardenal Bergoglio.
Partió a la Casa del Padre el 12 de diciembre de 2001.
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