El Papa Francisco animó a los fieles a dirigirse a Dios con confianza y a hacerle peticiones con sencillez: "Jesús nos pide que nos dirijamos a Dios simplemente con la palabra 'Padre'", recordó.
El Santo Padre hizo esta afirmación durante la Audiencia General de este miércoles 12 de diciembre celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, y dedicada al Padre Nuestro.
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En su catequesis, el Papa consideró el Padre Nuestro "una oración breve pero audaz" que "pone en los labios de sus discípulos". Recordó que en el Padre Nuestro "se hace siete preguntas, un número que en la Biblia no es casual, indica plenitud".
"Jesús invita a sus discípulos a acercarse a Dios y a dirigirle con confianza algunas peticiones: en primer lugar, respecto a él y luego respecto a nosotros. No hay preámbulos en el Padre Nuestro. Jesús no enseña fórmulas para 'congraciarse' con el Señor, sino que, sobre todo, invita a rezarle haciendo caer las barreras de las ataduras y del miedo. No dice que nos dirijamos a Dios llamándole 'Omnipotente', 'Altísimo', o con títulos similares, sino simplemente con la palabra 'Padre', que expresa la confianza, la fe filial".
Explicó que "la oración del Padre Nuestro profundiza sus raíces en la realidad concreta del hombre. Como ejemplo, nos hace pedir el pan, el pan cotidiano: petición simple pero esencial, que dice que la fe no es una cuestión 'decorativa' al margen de la vida, que interviene cuando se ha satisfechos todas las otras necesidades. En todo caso, la oración comienza con la vida misma".
"La oración, nos enseña Jesús, no comienza en la existencia humana después de que el estomago quede lleno, sino que anida allí donde hay un hombre, un hombre cualquiera que tenga hambre, que llore, que luche, que sufra y que se pregunte 'por qué'. Nuestra primera oración, en cierto sentido, ha sido el latido que acompañó nuestra primera respiración. En aquel llanto de recién nacido se anunciaba el destino de toda nuestra vida: nuestra hambre continua, nuestra sed continua, nuestra búsqueda de felicidad".
Además, señaló que "Jesús, en la oración, no quiere apagar al humano, no lo quiere anestesiar. No quiere que callemos las preguntas y las peticiones aprendiendo a soportarlo todo. En cambio, quiere que todo sufrimiento, toda inquietud, se eleve hacia al cielo y se convierta en diálogo".
"La oración no sólo precede a la salvación, sino que, en cierto modo, ya la contiene, porque libera de la dispersión de quien no cree en una vía de salida a tantas situaciones insoportables".
El Pontífice concluyó destacando que "Dios es el Padre que tiene una inmensa compasión por nosotros y que quiere que sus hijos le hablen sin miedo. Por eso podemos contarle todo, incluidas las cosas que en nuestra vida están destruidas, o que son incomprensibles".