Antes del rezo del Ángelus en este Segundo Domingo de Cuaresma, el Papa Francisco explicó que la Transfiguración del Señor anima a todos los fieles a llevar la luz de Dios a los demás con actos concretos de amor y servicio.
Ante unas 25 mil personas reunidas en la Plaza de San Pedro, en un medio día soleado en el Vaticano, el Santo Padre reflexionó sobre el Evangelio de la Transfiguración de Jesús, una ocasión en la que los discípulos Pedro Santiago y Juan "ven la luz de la santidad de Dios brillar en el rostro y la vestimenta de Jesús, imagen perfecta del Padre".
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"Se revela la majestad de Dios, la belleza de Dios, pero Dios es amor y entonces los discípulos han visto con sus ojos la belleza y el esplendor del Amor divino encarnado en Cristo. ¡Han tenido un anticipo del paraíso!". Resaltó.
El Santo Padre explicó que, con esta experiencia, Jesús está preparando a los discípulos para seguirlo hasta la Cruz en Jerusalén, donde "su rostro será desfigurado" y para hacerles recordar que Él "es la luz que orienta el camino, como la columna de fuego para el pueblo en el desierto".
Tras destacar que esta experiencia "traza también para nosotros un camino" que lleva a Jesús, el Papa Francisco indicó que "es en su escuela que aprendemos a reconocer su misma belleza en los rostros de las personas que caminan junto a nosotros cada día".
"¡Cuántos rostros luminosos, cuántas sonrisas, cuántas arrugas, cuántas lágrimas y cicatrices hablan de amor a nuestro alrededor! Aprendamos a reconocerlos y llenemos nuestro corazón con ellos", continuó.
"Y luego partamos, para llevar la luz que hemos recibido también a los demás, con las obras concretas del amor, sumergiéndonos más generosamente en nuestras ocupaciones cotidianas, amando, sirviendo y perdonando con más entusiasmo y disponibilidad", exhortó el Papa Francisco.
El Santo Padre aseguró luego que "la contemplación de las maravillas de Dios, la contemplación del rostro de Dios, del rostro del Señor, debe impulsarnos al servicio de los otros".
"Podemos preguntarnos: ¿Sabemos reconocer la luz del amor de Dios en nuestra vida? ¿Lo reconocemos con alegría y gratitud en el rostro de las personas que nos quieren?".
El Papa alentó a cuestionarse si "¿Buscamos a nuestro alrededor signos de esta luz, que llena nuestro corazón y lo abre al amor y al servicio? ¿O preferimos los fuegos de paja de los ídolos, que nos alienan y nos encierran en nosotros mismos? La gran luz del Señor y la luz falsa y artificial de los ídolos. ¿Qué prefiero?".
Para concluir, el Papa Francisco rogó para que "María, que custodió en el corazón la luz de su Hijo, también en la oscuridad del Calvario, nos acompañe siempre en el camino del amor".