Cada 18 de mayo la Iglesia Católica conmemora a San Félix de Cantalicio (1513-1587), fraile capuchino conocido por su característica alegría y felicidad. Se cuenta que un día la Virgen María le entregó al Niño Jesús.

San Félix de Cantalicio siempre andaba de buen humor y a quien trataba de quitarle esta alegría con algún insulto le respondía sin sentirse ofendido: "Voy a pedir a Dios que te haga un santo".

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En el sitio web de santos Santi e Beati se dice que una vez el santo fraile estaba rezando ante un cuadro mariano y le pidió a la Virgen sostener en sus brazos al Niño Jesús. De pronto la obra artística cobró vida y la Madre de Dios le entregó a su Hijo. El religioso lo recibió emocionado y entre lágrimas.

San Félix era amigo de otro franciscano, el Cardenal Felice Peretti. De acuerdo al Directorio del Santoral Franciscano, San Félix le dijo en una ocasión al purpurado: "Cuando seas Papa, pórtate como tal para la gloria de Dios y bien de la Iglesia, porque, si no, sería mejor que te quedaras en simple fraile".

El Cardenal Peretti fue elegido Papa el 24 de abril de 1585 y tomó el nombre de Sixto V.

El día de su muerte, 18 de mayo de 1587, tras recibir por última vez los sacramentos, San Félix cayó en éxtasis y tuvo una hermosa visión mística. "Veo a mi Señora rodeada de ángeles que vienen a llevar mi alma al paraíso", expresó. Poco después partió a la Casa del Padre.

Una especial oración a la Virgen

El Directorio Franciscano de Santos señala que San Félix tenía una oración especial dedicada a la Virgen, y que recitaba cuando se encontraba en la calle con alguna imagen de la Madre de Dios.

Solía decir: "Querida Madre: os recomiendo que os acordéis del pobre Fray Félix. Yo deseo amaros como buen hijo, pero vos, como buena Madre, no apartéis de mí vuestra mano piadosa, porque soy como los niños pequeños, que no pueden andar un paso sin la ayuda de su madre".

Consejo para los sacerdotes

A San Félix le gustaba conversar con San Felipe Neri, conocido como el santo de la alegría. Se deseaban mutuamente vivir con más intensidad la pasión de Cristo.

San Carlos Borromeo, gran impulsor de la contrarreforma de la Iglesia y de una buena preparación de los sacerdotes, le pidió consejo sobre la renovación del clero diocesano. San Félix le respondió al sabio obispo: "Eminencia: que los curas recen devotamente el oficio divino. No hay nada más eficaz que la oración para la reforma del espíritu".