En su audiencia de hoy con los participantes en la Asamblea General de Caritas Internationalis, que se realiza del 11 al 16 de mayo, el Papa Francisco señaló que "no debemos olvidar que el origen de toda nuestra actividad caritativa y social es Cristo".
Tras recordar que la Eucaristía "es comida y bebida que nos sostiene en el camino, alivia en el cansancio, levanta de las caídas", el Santo Padre subrayó que "no hay mejor modo para mostrar a Dios que hemos comprendido el sentido de la Eucaristía que entregando a los demás aquello que nosotros hemos recibido".
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Entonces, invitó a entender "el significado más auténtico de la Tradición". Es decir, "cuando, en respuesta al amor de Cristo, nos hacemos don para los demás".
Volver a la fuente: el amor de Dios
"Es importante volver a la fuente, el amor de Dios por nosotros, porque la identidad de Caritas Internationalis depende directamente de la misión que ha recibido", expresó.
El Santo Padre agradeció a Cáritas su labor en la promoción de la asociación y la cooperación fraterna como pilares de la identidad católica de la organización.
La falta de caridad vacía la generosidad más heroica
Más tarde, destacó que "la falta de caridad vacía de contenido cualquier acción", así como enseñó San Pablo. "También las acciones más extraordinarias, la generosidad más heroica, incluso el gesto de distribuir todos los bienes para darlos a los hambrientos, sin la caridad no sirve de nada".
El Papa Francisco subrayó en su discurso que la fe en Dios Padre, la amistad con Cristo y la guía del Espíritu Santo son fundamentales. De ahí que, sin estos elementos, "sería fácil entonces perder de vista el fin de la diaconía a la que estamos llamados: llevar la alegría del Evangelio, la unidad, la justicia y la paz".
Si se pierde de vista este fin, indicó el Papa, se cae en un "activismo pragmático" y en "los particularismos que desgarran el cuerpo eclesial".
La caridad es paciente
"La caridad es paciente". Por eso, explicó, "es el resultado de un trabajo lento del espíritu, en el que se aprende el dominio de sí, tomando conciencia de los propios límites". Y también lleva a la persona a una "madurez relacional".
Esto es también, señaló, "salir de la autorreferencialidad, dejar de considerar lo que nosotros queremos como el centro alrededor del cual debe girar todo, a costa de doblegar a los demás a nuestros deseos".
Por ende, "no sólo nos exige contener la tiranía del egocentrismo, sino que nos pide también una actitud dinámica y creativa, que permita que afloren las cualidades y los carismas de los demás".
El cristiano no alimenta la envidia
En este sentido, insistió en que "vivir la caridad significa ser magnánimos, benévolos, reconociendo por ejemplo que, para trabajar juntos de un modo constructivo, es necesario en primer lugar 'dar espacio' al otro".
"El cristiano que vive sumergido en el amor de Dios no alimenta la envidia, porque en el amor no hay lugar para sentir malestar por el bien de otro", añadió.
El Santo Padre describió que la caridad "no presume ni se vanagloria", y "no goza en ponerse por encima del prójimo".
Por lo tanto, "no se trata sólo de poner en marcha proyectos y estrategias que resulten victoriosas, que persigan la eficacia, sino saberse dentro de un proceso constante y continuo de conversión misionera".
Por último, el Pontífice llamó a vivir la unidad, al tiempo que les pidió valorar la "diversidad como una riqueza". "Compitan en estimarse recíprocamente, dejando que los conflictos lleven al debate, al crecimiento, y no a la división", expresó.