Durante su encuentro con los obispos y religiosos de Hungría, el Papa Francisco advirtió que la difusión del secularismo "a menudo amenaza la integridad y la belleza de la familia".
El Santo Padre llegó en silla de ruedas a la Catedral de San Esteban de Budapest (Hungría) alrededor de las 5:15 p.m. (hora local), para participar en el encuentro con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y agentes pastorales de Hungría.
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Se trata de la primera vez que en este viaje se le ve en silla de ruedas, ya que hasta entonces el Pontífice había caminado en todo momento, apoyándose en un bastón.
Fue recibido a la entrada de la Basílica, donde le esperaban unos 4.000 fieles, por el Cardenal Péter Erdö, Arzobispo de Esztergom-Budapest; por el presidente de la Conferencia Episcopal de Hungría, Mons. András Veres; y por el párroco de la catedral, que le hicieron entrega de la cruz y el agua bendita.
Además, dos niños le ofrecieron flores y más tarde recorrieron juntos la nave hasta el altar, donde había 1.100 personas, según las autoridades locales.
📹HIGHLIGHTS | En el primer día en Budapest, el #PopeInHungary se reunió con las autoridades civiles y diplomáticas. El Santo Padre también tuvo un encuentro con obispos, sacerdotes, seminaristas y consagrados en la Concatedral de San Esteban. pic.twitter.com/faScbXHOSD
- EWTN ESPAÑOL (@EWTNespanol) April 28, 2023
Tras los saludos de Mons. András Veres, el Santo Padre escuchó atentamente los testimonios del sacerdote József Brenner, de la Diócesis de Szombathely y hermano del Beato János Brenner, un sacerdote greco-católico, una monja y un catequista.
Al comienzo de su segundo discurso en su viaje apostólico a Hungría, el Papa afirmó que "una de las exigencias más importantes para nosotros es interpretar los cambios y las transformaciones de nuestro tiempo, tratando de afrontar los desafíos pastorales de la mejor manera posible".
En ese sentido, advirtió sobre "dos tentaciones de las que siempre debemos cuidarnos como Iglesia: el derrotismo catastrofista y el conformismo mundano". Insistió en que la mundanidad es lo peor que le puede pasar a la Iglesia, y se refirió a ella como un "paganismo soft (suave)".
Según el Pontífice, esto puede ocurrir cuando los que conforman la comunidad eclesial olvidan que "Cristo resucitado, centro de la historia, es el futuro", lo que provoca que el cristianismo pierda vigor y que, tanto pastores como laicos, dejen de ser "la sal de la tierra".
Luego, instó "a cultivar la época que nos ha tocado, a leerla, a sembrar el Evangelio, a podar las ramas secas del mal, a dar fruto".
"Estamos llamados a una acogida profética"
A continuación, el Papa Francisco explicó que "la acogida profética" supone "reconocer los signos de la presencia de Dios en la realidad, incluso allí donde no aparece explícitamente marcada por el espíritu cristiano".
Aclaró que se trata de "interpretarlo todo a la luz del Evangelio, sin mundanizarse, sino como anunciadores y testigos de la profecía cristiana".
Por ello, señaló que "la difusión del secularismo y de cuanto lo acompaña, que a menudo amenaza la integridad y la belleza de la familia, expone a los jóvenes a modelos de vida marcados por el materialismo y el hedonismo, y polariza el debate sobre las nuevas cuestiones y los nuevos desafíos".
"Pero tales realidades -continuó- pueden representar oportunidades para nosotros los cristianos, porque estimulan la fe y la profundización de algunos temas; nos invitan a preguntarnos cómo estos desafíos pueden entrar en diálogo con el Evangelio, a buscar nuevos caminos, instrumentos y lenguajes".
Asimismo, el Papa Francisco destacó que "el compromiso de entrar en diálogo con las situaciones de hoy exige que la comunidad cristiana esté presente y dé testimonio, que sea capaz de escuchar las preguntas y los retos sin miedo ni rigidez". También agradeció la labor de los catequistas.
"La sobrecarga de trabajo de los sacerdotes"
Partiendo de esta idea, el Pontífice hizo alusión a "la sobrecarga de trabajo de los sacerdotes" debido a que "las exigencias de la vida parroquial y pastoral son numerosas" y a que "las vocaciones disminuyen y los sacerdotes son pocos, a menudo de edad avanzada y presentan algunos signos de cansancio".
"Se trata de una condición común a muchas realidades europeas, respecto a la cual es importante que todos -pastores y laicos- se sientan corresponsables; ante todo en la oración, porque las respuestas vienen del Señor y no del mundo; del Sagrario y no del ordenador (computadora)".
Además, el Papa Francisco afirmó que es necesario comenzar "una reflexión eclesial --sinodal, que debemos hacer todos juntos para actualizar la vida pastoral--, sin conformarse con repetir el pasado y sin tener miedo a reconfigurar la parroquia en el territorio, sino haciendo de la evangelización una prioridad e iniciando una colaboración activa entre sacerdotes, catequistas, agentes de pastoral y profesores".
Para ello, el Santo Padre animó a los religiosos a "no detenerse" y a buscar "las formas posibles para colaborar con alegría en la causa del Evangelio y lleven adelante juntos, cada uno con su propio carisma, la pastoral como anuncio kerigmático".
Más tarde, el Pontífice lamentó cuando existen divisiones y recordó que "la primera pastoral es el testimonio de comunión, porque Dios es comunión y está presente ahí donde hay caridad fraterna".
"Superemos las divisiones humanas para trabajar juntos en la viña del Señor. Sumerjámonos en el espíritu del Evangelio, arraiguémonos en la oración, especialmente en la adoración y en la escucha de la Palabra de Dios, cultivemos la formación permanente, la fraternidad, la cercanía y la atención a los demás".
Poniendo como ejemplo al beato húngaro János Brenner, "bárbaramente asesinado con tan sólo 26 años", el Papa Francisco pidió a los sacerdotes tener "una mirada misericordiosa".
"Esto se nos pide a todos, especialmente a los sacerdotes, una mirada misericordiosa, un corazón compasivo, que perdona siempre, siempre, que ayuda a recomenzar, que acoge y no juzga, anima y no critica, sirve y no murmura".
Por último, el Papa recordó también a San Esteban (primer rey de Hungría), "el primero en confiar la nación a la Madre de Dios, que fue un intrépido evangelizador y fundador de monasterios y abadías, sabía también escuchar y dialogar con todos y ocuparse de los pobres; por ellos bajó los impuestos e iba a dar limosna disfrazado para no ser reconocido".
"Esta es la Iglesia que debemos soñar, capaz de escucha recíproca, de diálogo, de atención a los más débiles; acogedora para con todos y valiente para llevar a cada uno la profecía del Evangelio".
"Sean acogedores, sean testigos de la profecía del Evangelio, pero sobre todo sean mujeres y hombres de oración, porque la historia y el futuro dependen de ello. Les doy las gracias por su fe y su fidelidad, por todo lo bueno que tienen y que hacen", señaló el Santo Padre.
También, aseguró que "no puedo olvidar el testimonio valiente y paciente de las hermanas húngaras de la Sociedad de Jesús, a las que conocí en Argentina, después de que abandonaran Hungría durante la persecución religiosa".
"Me hicieron mucho bien. Rezo por ustedes, para que, siguiendo el ejemplo de sus grandes testigos de la fe, nunca se dejen vencer por el cansancio interior y sigan adelante con alegría", concluyó.
La Basílica de San Esteban
Esta basílica, que lleva el nombre del primer rey de Hungría, está situada en el centro de la capital, Budapest, en la zona de Pest, y ostenta el título de concatedral de la Archidiócesis de Esztergom-Budapest, junto con la Basílica de Esztergom.
En su interior se encuentra la Capilla de la "Santa Derecha", que alberga la reliquia más querida y venerada por los húngaros desde 1945: la mano derecha momificada del rey San Esteban, fundador de la nación húngara y principal artífice de la expansión del cristianismo en el país.