El 26 de abril se celebra la fiesta de San Rafael Arnáiz Barón, considerado como uno de los más grandes místicos del siglo XX. Este monje trapense solía pelear con unos "diablillos" que buscaban desanimarlo en la fe.
En sus escritos, el santo contó que eran las tres de la tarde de un sábado lluvioso y le tocó ir a un almacén donde procesaban los vegetales. Hacía tanto frío que tenía helados los pies y las manos. Aquel día le parecía triste y turbio.
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Le encomendaron la tarea de pelar nabos y, mientras trabajaba en ello, sentía que el tiempo pasaba lento. En eso, unos "diablillos" lo empezaron a tentar con recuerdos.
San Rafael recordaba que se le venían cuestionamientos de cómo pudo haber dejado su casa para venir a hacer algo ridículo como pelar nabos.
"Un demonio pequeñito y muy sutil, se me escurre muy adentro y de suaves maneras me recuerda mi casa, mis padres y hermanos, mi libertad, que he dejado para encerrarme aquí entre lentejas, patatas, berzas y nabos", describió.
El santo estaba absorto en estas ideas, cuando de pronto sintió que una luz potente penetró en su alma y que alguien le preguntó qué estaba haciendo. San Rafael recapacitó en el acto y dijo: "¡Virgen Santa!... ¡Pelar nabos!… ¿para qué?".
En su corazón, contestó de inmediato con emoción: "Pelo nabos por amor… por amor a Jesucristo".
San Rafael contó que le vino una paz muy grande en su interior y luego empezó a reírse tanto, que los "diablillos rojos" se escondieron asustados entre los sacos y un cesto de comida. Más adelante, en su texto, dejó un consejo para evitar los pensamientos de desaliento.
"No hace falta, para ser grandes santos, grandes cosas, basta el hacer grandes las cosas pequeñas… Dios me puede hacer tan santo pelando patatas, que gobernando un Imperio", puntualizó.
San Rafael Arnáiz
San Rafael (1911-1938) nació en Burgos, España, en el seno de una familia acomodada. Creció en un ambiente muy católico, lo que le permitió tener un especial acercamiento a la fe.
Dejó los estudios universitarios para ingresar en el monasterio de San Isidro de Dueñas, entrando a formar parte de la Orden Cistercience de la Estricta Observancia como hermano oblato. Es decir, como un laico sin profesar votos religiosos, porque su salud le impedía seguir a plenitud la regla trapense.
Debido a la diabetes que padecía y a la guerra civil española tuvo que salir y entrar del recinto varias veces. Murió a los 27 años tras un coma diabético.
San Juan Pablo II lo beatificó en 1992 y Benedicto XVI lo canonizó en 2009. Tuvo una santificación en el "silencio", pero sus profundos escritos ascéticos y místicos ahora lo han hecho conocido. Es preciso mencionar que a San Rafael se le celebra el 26 de abril, día en que murió, pero en algunas ciudades, parroquias y diócesis lo conmemoran el 27.