El 19 de abril se conmemora a San Geroldo (Gerold), un ermitaño y papá de dos beatos que según una antigua historia fue ayudado por un oso a construir su cabaña.
En la tradición de la Iglesia Católica de Austria se cuenta la historia de San Geroldo (900-978, aproximadamente), quien era un hombre muy rico y poderoso.
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Un día decidió dejar su ducado de Sajonia, montado en un burro, para buscar a Dios en la tranquilidad. Él decía que donde el animal se arrodillara, ahí debía establecerse. En cierto tramo el animal se detuvo, pero un ángel se le apareció y lo animó a seguir con su camino.
Más adelante, el burro ya no quiso avanzar más y se postró en el suelo. Para él esa fue la señal que de ahí tenía que instalarse.
Su vida de profunda fe hizo que muchas personas lo buscaran por un consejo. Incluso los animales le perdieron el miedo y se le acercaban.
En una ocasión, un oso llegó hasta él y le dio señales de necesitar ayuda. San Geroldo vio detrás a unos perros cazadores que lo perseguían y los ahuyentó.
Según la antigua historia, el salvaje animal, en muestra de agradecimiento, le ayudó a construir su ermita, donde el santo vivió. De acuerdo al monasterio de San Geraldo, el oso fue su compañero.
La web de santos Santi e Beati asegura que San Geroldo tenía dos hijos, el Beato Cuno, también conocido como Chamo, y el Beato Ulrich o Enrique. Ellos fueron a buscar a su padre y, por recomendación del santo, se convirtieron en monjes del monasterio de Einsiedeln, ubicado en la actual Suiza.
En la actualidad, sobre la que se cree que es la tumba del ermitaño se encuentra el Propstei St. Gerold de Austria, un centro benedictino de espiritualidad y retiro donde los fieles o visitantes pueden tener un espacio para la reflexión y el descanso.