En la Misa Crismal de este Jueves Santo, el Papa Francisco destacó 3 "tentaciones peligrosas" de los sacerdotes: "El compromiso, por la que uno se conforma con lo que puede hacer; la de los sucedáneos, por la que uno intenta 'llenarse' con algo distinto respecto a nuestra unción; la del desánimo, por la que, insatisfecho, uno sigue adelante por pura inercia".
El Papa presidió la Misa Crismal este Jueves Santo, 6 de abril, en el altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro del Vaticano con la asistencia de numerosos sacerdotes de la Diócesis de Roma y miembros de la Curia Romana.
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En el transcurso de la celebración, el Papa bendijo el Santo Crisma y los demás Óleos Sagrados, Óleo de los Catecúmenos y Óleo de los Enfermos, que se usarán a lo largo del año para impartir los sacramentos. Además, los sacerdotes presentes renovaron las promesas realizadas el día de su ordenación.
En su homilía, el Papa Francisco reflexionó acerca de la importancia de la presencia del Espíritu Santo en el sacerdocio y afirmó que, sin Él, "no hay vida cristiana y, sin unción, no hay santidad".
"Sin Él, tampoco la Iglesia sería la Esposa viva de Cristo, sino a lo sumo una organización religiosa; más o menos buena, no el Cuerpo de Cristo, sino un templo construido por manos humanas", señaló a continuación.
La unción del Espíritu Santo
En ese sentido, explicó que "Jesús y el Espíritu actúan siempre juntos, de modo que son como las dos manos del Padre que, extendidas hacia nosotros, nos abrazan y nos levantan".
El Santo Padre puntualizó que "el Señor no sólo nos ha elegido y llamado, sino que ha derramado en nosotros la unción de su Espíritu, el mismo Espíritu que descendió sobre los Apóstoles".
Por ello, invitó a los sacerdotes a fijarse en los Apóstoles, cuya vida cambió "con la unción de la palabra".
"Con entusiasmo siguieron al Maestro y comenzaron a predicar, convencidos de que más tarde realizarían cosas aún mayores; hasta que llegó la Pascua".
Más tarde, recordó que llegado ese momento "todo pareció detenerse; llegaron a renegar y a abandonar al Maestro". Por ello, pidió no tener miedo y ser valientes frente a las caídas.
El Papa Francisco explicó que es precisamente esa "segunda unción", en Pentecostés, la que transformó a los discípulos, llevándolos a pastorear el rebaño de Dios y ya no a sí mismos.
"Fue esa unción fervorosa la que extinguió su religiosidad centrada en sí mismos y en sus propias capacidades".
Tomando como ejemplo esa "transformación", el Papa advirtió acerca del "carrerismo" y aseguró que "el Espíritu cambia nuestro corazón".
Las 3 "tentaciones peligrosas" de los sacerdotes
A continuación, señaló que "a todos, antes o después, nos sucede que experimentamos decepciones, dificultades y debilidades, con el ideal que parece desgastarse entre las exigencias de la realidad, mientras se impone una cierta costumbre; y algunas pruebas, antes difíciles de imaginar, hacen que la fidelidad parezca más difícil que antes".
Como consecuencia de ello, destacó 3 "tentaciones peligrosas" que llevan a la mediocridad: "la del compromiso, por la que uno se conforma con lo que puede hacer; la de los sucedáneos, por la que uno intenta 'llenarse' con algo distinto respecto a nuestra unción; la del desánimo, por la que, insatisfecho, uno sigue adelante por pura inercia".
"Y aquí está el gran riesgo, -continuó el Pontífice- mientras las apariencias permanecen intactas, nos replegamos sobre nosotros mismos y seguimos adelante desmotivados; la fragancia de la unción ya no perfuma la vida y el corazón ya no se ensancha, sino que se encoge, envuelto en el desencanto".
Además, pidió estar atentos al "clericalismo", lo que hace que el sacerdote se olvide "de ser pastor para ser clérigo de Estado". Por ello, el Papa animó a los presentes a hacer una importante elección: Jesús o el mundo.
"Esta crisis puede convertirse también en el punto de inflexión del sacerdocio, en la etapa decisiva de la vida espiritual, en la que hay que hacer la elección definitiva entre Jesús y el mundo, entre la heroicidad de la caridad y la mediocridad, entre la cruz y un cierto bienestar, entre la santidad y una honesta fidelidad al compromiso religioso".
"El Señor es más grande que tus debilidades"
Luego, el Papa Francisco recordó a los sacerdotes que están atravesando una "crisis", aquellos que "están desorientados, y que no saben cómo retomar el camino en esta segunda unción del Espíritu".
"Tengo presentes a estos hermanos. Simplemente les digo: ánimo. El Señor es más grande que tus debilidades, de tus pecados. Confía en el Señor, y déjate llamar una segunda vez, con la unción del Espíritu Santo. La doble vida no te ayudará, tampoco tirar todo por la ventana. Mira hacia adelante, Déjate acariciar por la unción del Espíritu Santo", les pidió el Santo Padre.
"¿Mi realización depende de lo bueno que soy, del cargo que obtengo, de los cumplidos que recibo, de la carrera que hago, de los superiores o colaboradores que tengo, de las comodidades que puedo garantizarme, o de la unción que perfuma mi vida? ", preguntó el Papa a continuación.
Explicó, además, que "la madurez sacerdotal pasa por el Espíritu Santo, se realiza cuando Él se convierte en el protagonista de nuestra vida. Entonces todo cambia de perspectiva, incluso las decepciones y las amarguras, porque ya no se trata de mejorar componiendo algo, sino de entregarnos, sin reservarnos nada, a Aquel que nos ha impregnado de su unción y quiere llegar hasta lo más profundo de nosotros".
"Si dejamos actuar en nosotros al Espíritu de la verdad custodiaremos la unción, porque saldrán a la luz las falsedades con las que estamos tentados de convivir", afirmó.
La armonía del Espíritu
Según indicó el Papa Francisco, "el maestro interior al que hay que escuchar es el Espíritu, sabiendo que no hay nada en nosotros que Él no quiera ungir".
"Él suscita la diversidad de los carismas y la recompone en la unidad, crea una concordia que no se basa en la homologación, sino en la creatividad de la caridad. Así crea armonía en la multiplicidad".
"Crear armonía es lo que Él desea, especialmente a través de aquellos en quienes ha derramado su unción. Hermanos, crear armonía entre nosotros no es sólo un método adecuado para que la coordinación eclesial funcione mejor, no es una cuestión de estrategia o cortesía, sino una exigencia interna de la vida en el Espíritu", explicó a continuación.
Para el Papa Francisco, el Espíritu Santo "prefiere la forma comunitaria: la disponibilidad respecto a las propias necesidades, la obediencia respecto a los propios gustos, la humildad respecto a las propias pretensiones".
En ese sentido, invitó a los sacerdotes a "custodiar la armonía, empezando no por los demás, sino por uno mismo; preguntándonos: mis palabras, mis comentarios, lo que digo y escribo, ¿tienen el sello del Espíritu o el del mundo?".
"Pienso también en la amabilidad del sacerdote: si la gente encuentra incluso en nosotros personas insatisfechas y descontentas, que critican y señalan con el dedo, ¿dónde descubrirán la armonía? ¡Cuánta gente no se acerca o se aleja porque en la Iglesia no se siente acogida y amada, sino mirada con recelo y juzgada! En nombre de Dios, ¡acojamos y perdonemos siempre!".
Por último, el Santo Padre dio las gracias a los sacerdotes por su testimonio y por su servicio. "Gracias por el bien escondido que hacen, por el perdón y el consuelo que dan en nombre de Dios; gracias por su ministerio, que a menudo se realiza en medio de mucho esfuerzo y poco reconocimiento. Nunca neguéis el perdón, perdonar siempre", concluyó.