Al hablar esta mañana acerca de su reciente viaje apostólico, el Papa Francisco recordó al pueblo africano y defendió que "Dios no pone su esperanza en los grandes y poderosos, sino en los pequeños y humildes".
En la Audiencia General de este miércoles 8 de febrero, el Papa Francisco centró su catequesis en su 40º Viaje Apostólico a África, donde visitó la República Democrática del Congo y Sudán del Sur desde el 31 de enero hasta el 5 de febrero.
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Aseguró que con este viaje cumplió "dos sueños": visitar al pueblo congoleño y al sursudanés, en una peregrinación de paz junto al arzobispo anglicano de Canterbury y al moderador general de la Iglesia de Escocia.
Estuvo tres días en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo. Al respecto, explicó que el país "es como un diamante" y lamentó que esto "se ha convertido en motivo de contención, de violencias, y paradójicamente de empobrecimiento para el pueblo".
Recordó, además, que instó a las autoridades a perseguir la paz y también pidió dejar de "explotar a África", al mismo tiempo que invitó a buscar juntos la esperanza.
Allí también se encontró con "las víctimas de la violencia en el este del país, la región que desde hace años está desgarrada por la guerra entre grupos armados manejados por intereses económicos y políticos".
Escuchó "los testimonios impactantes de algunas víctimas, especialmente mujeres, que depositaron a los pies de la Cruz armas y otros instrumentos de muerte. Con ellos dije no a la violencia y a la resignación, sí a la reconciliación y a la esperanza", señaló.
A continuación, recordó su reunión con representantes de diferentes obras de caridad, quienes hacen trabajo con los pobres, un trabajo que "no hace ruido, pero día tras día hace crecer el bien común".
Además, a los jóvenes del país les indicó cinco caminos: la oración, la comunidad, la honestidad, el perdón y el servicio.
El Santo Padre se detuvo también en su encuentro con los sacerdotes, los diáconos, los consagrados y las consagradas y los seminaristas de Kinshasa.
A ellos les exhortó "a ser servidores del pueblo como testigos del amor de Cristo, superando tres tentaciones: la mediocridad espiritual, la comodidad mundana y la superficialidad".
En este sentido, el Papa aseguró que la mundanidad "es de los peores males que puede ocurrir a la Iglesia".
En cuanto a la segunda parada de su viaje, el Papa Francisco lamentó que "el proceso de reconciliación no ha avanzado y el recién nacido Sudán del Sur es víctima de la vieja lógica del poder y de la rivalidad, que produce guerra, violencias, refugiados y desplazados internos".
Aseguró que hay quien "abusa del nombre de Dios para justificar violencias y abusos" y calificó de "vergonzoso" que países "civilizados" sigan entregando armas a Sudán del Sur.
Recordó también los dos millones son desplazados internos, con quienes pudo reunirse, y expuso que "en particular me dirigí a las mujeres, que son la fuerza que puede transformar el país; y animé a todos a ser semillas de un nuevo Sudán del Sur, sin violencia, reconciliado y pacificado".
"Dios no pone su esperanza en los grandes y en los poderosos, sino en los pequeños y en los humildes", dijo el Santo Padre.
Por último, invitó a rezar para que, en la República Democrática del Congo, en Sudán del Sur y en toda África "broten semillas de su Reino de amor, de justicia y de paz".