El P. Alberto Reyes, de la Arquidiócesis de Camagüey, afirmó que la visita que San Juan Pablo II hizo en 1998 a Cuba "fue una luz en medio de la oscuridad", y aunque no se rompieron las cadenas sociales, mucha gente se animó a tomar decisiones.
San Juan Pablo II estuvo en Cuba del 21 al 25 de enero de 1998, convirtiéndose en el primer Pontífice en visitar el país que acababa de cumplir 39 años dominado por Fidel Castro, dictador que impuso el comunismo, cortando la libertad a la Iglesia y a la población en general.
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En un post publicado en su cuenta de Facebook, el P. Reyes escribió este miércoles que "Juan Pablo II fue una luz en medio de nuestra oscuridad, fue parte del paso de Dios por esta tierra".
"Antes y después de él, Dios ha hablado, a nuestra vida personal y a nuestra vida como pueblo, pero toda vida es el resultado de las luces que acoge, de las semillas que siembra, de las intuiciones que alimenta", indicó.
El sacerdote señaló, además, que pese a que el Papa padecía el mal de Parkinson y caminaba con dificultad, su imagen "no era la de un lastimoso anciano abocado al final de su vida", sino la de alguien "venerable, luminoso, inspirador".
"Por cinco días esta isla vibró con el sabor de la libertad, mientras un ambiente de felicidad inexplicable se difundía por todas partes. Una energía contagiosa nos llenó el alma y nos atrajo hacia ese anciano de mirada penetrante", anotó al recordar la visita.
El sacerdote destacó que el magnetismo del Papa polaco "no era algo improvisado, sino el resultado inevitable de una vida centrada en Dios, confiada en Cristo y apegada al Evangelio; su atractivo era el resultado de la opción mantenida por la verdad, la esperanza y la justicia".
"Por eso pudo renunciar a ser políticamente correcto, por eso tuvo fuerzas para no dejarse paralizar por las críticas y para no dejarse comprar por nada ni por nadie. Por eso pudo ser para este pueblo y para el mundo, 'mensajero de la verdad y la esperanza'", afirmó.
El sacerdote hizo notar que 25 años después de esta histórica visita, Cuba es, "como pueblo y como individuos, el resultado inevitable de lo que hemos ido eligiendo".
"Después de aquellos memorables días, hubo quien eligió el camino de la fe y hubo quien prefirió volver a su rutina, hubo quien empezó a perder el miedo a la verdad y hubo quien siguió viviendo en la mentira, hubo quien se grabó en lo más profundo la invitación a 'protagonista de la vida personal y social' y hubo quien prefirió renunciar a su libertad y seguir sometido a la esclavitud a cambio de una vida más 'tranquila'", señaló.
La visita del Papa ocurrió ocho años después de la caída del Muro de Berlín –en la que el santo polaco tuvo un importante papel–, y que significó el fin de la Unión Soviética y de los regímenes comunistas de Europa.
El P. Reyes recordó que "mucha gente se aferró a la esperanza de que la visita de Juan Pablo II provocaría, por fin, un cambio en nuestra isla, un amanecer definitivo de libertad".
"No ocurrió, no se rompieron las cadenas sociales, pero para mucha gente ese cambio sucedió, porque la visita de Juan Pablo II los animó a tomar decisiones. Y es que, en realidad, las cosas no cambian, tú eliges cambiar, y tú eliges empezar a hacer algo para que las cosas cambien", concluyó.