El Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, Cardenal Alfonso López Trujillo, declaró en esta capital que la posibilidad de seleccionar embriones para experimentar curas de enfermedades resucita el apartheid.
El Purpurado, que presentó la edición en español del “Lexicon de la Familia” –diccionario de 98 voces ambiguas en materia de vida y familia-, declaró a la prensa que la manipulación de la vida en su estado más incipiente “es absolutamente atroz” puesto que supone “dejar unos embriones en el camino” y desear esta opción es limitar la dignidad humana.
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Según el Purpurado, el gran reto de la sociedad moderna “está en considerar al anciano, al enfermo, como material de desecho, como una carga para la sociedad perfectamente eliminable. Esto haría resucitar el racismo, es un nuevo apartheid”.
El Cardenal López Trujillo denunció que algunos países contribuyen “al deterioro hondo del hombre: en nombre de una mera posibilidad de que podamos llegar a curar enfermedades, vamos a poner en peligro la vida de muchos”.
“El gran principio que debería movernos es que el hombre no es un instrumento, no es manipulable para la ingeniería genética. Nosotros estamos a favor de los progresos científicos, pero si el imperio de la técnica se vuelve la última palabra, vamos hacia la deshumanización más completa del ser humano”, advirtió.
Para el Cardenal, en la base del problema están los intentos de una nueva definición de la familia que “masacra” su auténtico significado y la desmonta “pieza por pieza”.
En el diálogo con los periodistas, el funcionario vaticano cuestionó el uso de métodos anticonceptivos con efecto abortivo como la RU-486 y la píldora del día después. “No se puede jugar con el derecho fundamental a la vida”, señaló.
En otro momento, se refirió a la “banalización del sexo” y la noción de que usando preservativos se evita el SIDA. El Purpurado recordó que los profilácticos han probado que pueden fallar en la prevención del SIDA y se han convertido en una “ruleta rusa”.
En este sentido, lamentó la “falta de pedagogía” de la sociedad, que “hace creer a los jóvenes, sobre todo el en Tercer Mundo, que con el condón hay una seguridad total, lo que les lleva a una actitud promiscua”.