Si bien el Pontificado de Benedicto XVI fue relativamente corto, de 2005 a 2013, beatificó a 870 personas y declaró santas a otras 45, quienes hoy son modelos de fe y santidad para el mundo.
Estos son los santos más conocidos que fueron canonizados por el Papa Benedicto XVI.
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1. San Alberto Hurtado
San Alberto Hurtado. Crédito: Facebook Padre Hurtado Fundación Santuario.
El primer santo chileno nació el 22 de enero de 1901. En 1923 ingresó al seminario de la Compañía de Jesús, tras haber sorteado una precaria situación económica familiar. Diez años más tarde sería ordenado sacerdote.
Su camino hacia la santidad lo trazaron su preocupación por las necesidades de los pobres, su ferviente compromiso porque se cumpla el trato justo hacia los trabajadores y su apasionada vida de oración.
San Alberto Hurtado fundó en 1944 el Hogar de Cristo, que se convirtió en una red de decenas de albergues para personas sin casa en todo Chile. Asimismo, en 1947, con estudiantes universitarios católicos, lanzó Acción Sindical y Económica Chilena (Asich), un sindicato católico de trabajadores.
En la Misa de canonización, el 23 de octubre de 2005, Benedicto XVI dijo que el "ministerio sacerdotal de Alberto Hurtado destacaba por su sencillez y disponibilidad hacia los demás, siendo una imagen viva del Maestro, 'manso y humilde de corazón'".
2. Santa Hildegarda de Bingen
Fue una abadesa, artista, autora, compositora, mística, farmacéutica, poeta, predicadora y teóloga alemana nacida en 1098.
Al final de su adolescencia se convirtió en monja benedictina. A los 3 años de vivir en el Monasterio de San Disibodenberg experimentó visiones de Dios y su confesor le pidió que las escribiera, en lo que se convirtió en el influyente libro "Scivias".
Fundó dos monasterios y fue una prolífica escritora de poesía, teología y música sacra.
Murió el 17 de septiembre de 1179 y la canonizaron el 10 de mayo de 2012. El Papa Benedicto XVI también le otorgó el título de Doctora de la Iglesia junto a San Juan de Ávila.
"En sus numerosos escritos Hildegarda se dedicó exclusivamente a exponer la divina revelación y hacer conocer a Dios en la claridad de su amor (…) Los textos por ella compuestos aparecen animados por una auténtica 'caridad intelectual' y evidencian densidad y frescura en la contemplación del misterio de la Santísima Trinidad, de la Encarnación, de la Iglesia, de la humanidad, de la naturaleza como criatura de Dios que hay que apreciar y respetar", escribió sobre ella Benedicto XVI el 7 de octubre de 2012.
3. San Damián de Molokai
Joseph de Veuster, que más tarde se convertiría en San Damián de Molokai, nació en 1840 en Bélgica.
Como sacerdote, atendió durante 16 años las necesidades físicas, espirituales y emocionales de las víctimas de la lepra en la isla hawaiana de Molokai. Eventualmente se enfermó, perdiendo la vista, el habla y la movilidad. San Damián murió de lepra el 15 de abril de 1889.
Benedicto XVI dijo de San Damián, a quien canonizó el 11 de octubre de 2009: "Siguiendo a San Pablo, San Damián nos lleva a elegir los buenos combates, no los que conducen a la división, sino los que reúnen".
"Nos invita a abrir los ojos a las lepras que desfiguran la humanidad de nuestros hermanos y piden, todavía hoy, más que nuestra generosidad, la caridad de nuestra presencia de servidores".
4. Santa Catalina Tekakwitha
Santa Catalina (Kateri) Tekakwitha, nació en lo que hoy es el estado de Nueva York y fue la primera nativa de Estados Unidos en ser canonizada.
Fue bautizada a los 21 años y huyó de la persecución a la Misión San Francisco Javier cerca de Montreal, Canadá, uniéndose a una comunidad de mujeres nativas americanas que también se convirtieron. Se la recuerda por su sufrimiento, devoción, valor y pureza.
Santa Kateri murió el 17 de abril de 1680, a los 24 años. Fue canonizada por Benedicto XVI el 21 de octubre de 2012.
El día de la canonización, Benedicto XVI dijo: "Kateri impresiona por la acción de la gracia en su vida, carente de apoyos externos, y por la firmeza de una vocación tan particular para su cultura. En ella, fe y cultura se enriquecen recíprocamente".
5. San Rafael Guízar y Valencia
El primer obispo mexicano en ser canonizado nació en 1878, en una familia de 11 hermanos, en el estado mexicano de Michoacán.
Guízar y Valencia soportó muchas pruebas y persecuciones a causa de la revolución mexicana de la década de 1920.
Como obispo, fue responsable de una gran expansión del territorio y, a menudo, viajaba en mula o a pie para realizar visitas pastorales a diferentes áreas. Fue conocido especialmente por su celo misionero en la predicación.
Falleció el 6 de junio de 1959. Su cuerpo fue hallado incorrupto en 1959 y sus restos fueron trasladados a la Catedral de Jalapa en Veracruz.
El día de la canonización, el 15 de octubre de 2006, el Papa Benedicto XVI dijo que "este santo fue fiel a la palabra divina", porque "imitando a Cristo pobre, se desprendió de sus bienes y nunca aceptó regalos de los poderosos o bien los daba enseguida".
"Por ello recibió 'cien veces más' y pudo ayudar así a los pobres, incluso en medio de 'persecuciones' sin tregua. Su caridad vivida en grado heroico hizo que le llamaran el 'Obispo de los pobres'", agregó.
6. Santa María Bernarda Bütler
María Bernarda Butler fue una religiosa suiza recordada y querida por su trabajo misionero en América Latina.
Nació en 1848 en Auw, en el este de Suiza. Ingresó al monasterio de las capuchinas de María Auxiliadora en Altstättena a la edad de 19 años y fue nombrada madre superiora cuatro años después.
A los 40 años recibió su vocación misionera y viajó a Ecuador, donde estableció un monasterio de su congregación y sirvió por muchos años a las poblaciones vulnerables y alejadas del país sudamericano.
Tiempo más tarde viajó a Colombia, donde junto a sus hermanas religiosas realizaron obras de evangelización y atención de pobres y enfermos.
La Madre Butler también se hizo conocida por sus curaciones milagrosas en Colombia, país donde murió a la edad de 76 años.
"La Madre María Bernarda, una figura muy recordada y querida, sobre todo en Colombia, entendió a fondo que la fiesta que el Señor ha preparado para todos los pueblos está representada de modo muy particular por la Eucaristía", indicó Benedicto XVI el día de la canonización, el 12 de octubre de 2008.
7. Santa Narcisa de Jesús Martillo Morán
Santa Narcisa nació el 29 de octubre de 1832 en la ciudad de Nobol (Ecuador). Sus padres eran agricultores y cristianos devotos. Durante su juventud fue costurera y mostró un gran amor por la oración.
Dedicó sus primeros años de vida al servicio de su familia, cuidando el hogar y creando un ambiente de caridad, alegría y paz entre sus ocho hermanos y hermanas. Tras la muerte de su madre, también se dedicó a la educación de sus hermanos menores.
Posteriormente se fue a Guayaquil para dedicarse al cuidado de niños y jóvenes abandonados. Vivió en Cuenca y luego se trasladó a Lima (Perú), donde se destacó por sus cualidades como catequista de niños y jóvenes hasta su muerte el 8 de diciembre de 1869.
En 1955 su cuerpo incorrupto fue trasladado de Perú a Guayaquil, y en 1972 sus restos fueron devueltos a Nobol.
Al declararla santa el 12 de octubre de 2008, el Papa Benedicto XVI elogió de Narcisa de Jesús su generosa aceptación de la voluntad del Señor. "El ejemplo de su vida pura y piadosa, trabajadora y apostólica transmite un mensaje muy actual", dijo.
"Santa Narcisa de Jesús nos muestra un camino de perfección cristiana asequible a todos los fieles", añadió.