A 50 años del llamado "Milagro de los Andes", el rescate de los sobrevivientes del accidente aéreo ocurrido en octubre de 1972 en plena cordillera, el sacerdote argentino Diego Canale compartió su vínculo con la tragedia, su experiencia acompañando a uno de los sobrevivientes y el "regalo de Dios" de celebrar una Misa en la Cordillera de los Andes.
En una entrevista publicada este domingo 1 de enero por Canal Orbe 21, el sacerdote, incardinado en la Diócesis de Neuquén, relató lo sucedido en 1972 a un grupo de jóvenes jugadores de rugby de Uruguay y sus familias, que se dirigían a Chile para jugar un partido.
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La tragedia ocurrió el 13 de octubre, cuando el avión de la Fuerza Aérea que había partido desde Montevideo (Uruguay) con el equipo de rugby Old Christians Club, junto a sus familiares y algunos simpatizantes, golpeó contra una montaña.
La aeronave, con 45 pasajeros a bordo, comenzó a deslizarse por la ladera de la cordillera, partiéndose a la mitad. Finalmente, chocó contra un paredón de nieve y quedó estacionado sobre un glaciar.
Muchos de sus ocupantes, incluidos los pilotos, murieron. Otros quedaron con fracturas y golpes, y algunos de ellos resultaron ilesos. Luego de intensas búsquedas, el operativo se abandonó el 21 de octubre.
Durante dos meses, los sobrevivientes vivieron situaciones extremas, hasta que dos de ellos escalaron la montaña y caminaron hacia Chile, donde el 22 de diciembre se encontraron con un arriero y comenzó el rescate.
El operativo concluyó el 23 de diciembre con el rescate de 16 personas, y fue catalogado como un "milagro de Navidad".
"Hay una generación que ha sido marcada con esto", afirmó en la reciente entrevista el P. Canale, que no había nacido al momento de la tragedia pero conoce la historia de memoria.
El sacerdote aseguró que siempre quiso conocer el lugar donde ocurrió el accidente: "Es una mezcla de tragedia y de milagro".
"Mi papá fue a un colegio de la misma congregación que ellos. Entonces desde chico siempre iba a los testimonios y a la charla de ellos", recordó.
Cuando lo invitaban a visitar el lugar, el ahora sacerdote no le encontraba el sentido. Hasta que conoció a uno de los sobrevivientes, Gustavo Zerbino.
En 2022, Gustavo le envió un mensaje: "Me voy a ir con mi familia para celebrar la Misa por los 50 años. Quiero celebrar una Misa para mis compañeros que quedaron allá, ¿me acompañás?".
"Besar la tragedia y el milagro"
"Pasamos la noche ahí con Gustavo, en el lugar de la tragedia, armamos una carpa con él y con toda la familia, y fue hermoso porque la carpa era circular, tenía forma de lo que era la mitad del avión". Por la noche, comentó, conversaron, rezaron el rosario, y el sobreviviente les explicaba cómo se vivía cada noche.
Al siguiente día celebraron la Misa. "Primero habíamos puesto unas cajas que habíamos llevado para el altar, y yo veía que había pedazos de avión", explicó.
"Entonces buscamos un pedazo del ala de avión y la pusimos de altar, y fue tremendo comenzar la Misa besando el altar, que es besar un pedazo que había tocado el cielo en el avión hace 50 años, también un pedazo de la historia de ellos".
En ese momento, besar el altar fue "también besar el cielo, besar la tragedia y el milagro juntos", reconoció.
La fe en Dios los mantuvo unidos
A pocas horas de haber sido rescatados, uno de los sobrevivientes afirmó que "solamente la fe en Dios fue lo que nos mantuvo unidos para pasar esta Navidad".
Al respecto, el sacerdote recordó que para la última expedición, que culminó con el rescate, se prepararon durante muchos días, con la mejor ropa, el mejor abrigo, más comida y el mejor lugar para dormir.
Gustavo le contó al P. Canale que "como cada día estaban mejor", no se animaban a salir. Entonces les dijo a sus compañeros: "Si no salimos, a este le quedan tantos días" y a Numa Turcatti, el último en fallecer, "le quedan 10 días".
"Al décimo día, Numa se murió", relató el sacerdote. "Y cuando lo agarran, tenía las manitos juntas, le abren las manos y tenía escrito en un papel: 'No hay mayor amor que dar la vida por los amigos'".
Soy responsable de la esperanza de mi hermano
A la mañana siguiente, salieron a buscar ayuda. Al reflexionar sobre esto, el P. Canale expresó: "La fe y la esperanza no solamente me mueven a mí, también son capaces de mover a otros".
"La muerte de Numa le dio vida a los otros 16", aseguró. Al respecto, sostuvo: "Mi estar mejor, mi camino de fe, mi camino de esperanza, mueve la esperanza de otros. Yo soy responsable del caminar y de la esperanza de mi hermano".
Finalmente, afirmó que celebrar la Misa en ese lugar fue "un regalo de Dios".
"Cuando celebrás la Misa en un lugar así, y decís las mismas palabras que Jesús, entendiendo por supuesto las diferencias, pero decir las mismas palabras: 'Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes'… Cuando la estás celebrando sobre un lugar donde están sepultadas personas que también entregaron su cuerpo, te invita y te mueve a vos también", aseguró.