San Ambrosio fue uno de los cuatro primeros Doctores de la Iglesia y quien bautizó a San Agustín.

Así, en la víspera de la fiesta de San Ambrosio, presentamos ocho datos sobre este santo recopiladas por el apologeta Jimmy Akin, un converso del protestantismo, publicadas en el National Catholic Register.

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1. ¿Quién fue San Ambrosio?

San Ambrosio fue Obispo de Milán (Italia). Nació alrededor del año 338 y murió en el 397.

2. ¿Cómo fue nombrado obispo?

Él era un funcionario del gobierno. Sin embargo, a la muerte del obispo local, los católicos y los arrianos entraron en un conflicto vehemente sobre quién debería ser su sucesor.

Ambrosio estaba tratando de mantener la paz y calmar a los dos grupos, cuando alguien, supuestamente un niño pequeño, comenzó a gritar: "¡Ambrosio obispo!".

Pronto, los dos grupos decidieron que Ambrosio debía ser el nuevo obispo.

Según escribe Akin, “aparentemente, los arrianos sintieron que, aunque Ambrosio era católico en sus creencias, sería un obispo más amable”.

El apologeta indica que “este conjunto de circunstancias es bastante extraordinario, pero aún más extraordinario es que Ambrosio ni siquiera era cristiano todavía. ¡Era un catecúmeno no bautizado!”.

3. San Ambrosio no quería ser obispo

Él no quería ser obispo, por lo que decidió ocultarse. Sin embargo, el emperador Valentiniano se enteró de lo ocurrido y decretó severas penas para quien le diera refugio.

Por lo tanto, se vio obligado a salir de su escondite y aceptar su ordenación como obispo. Rápidamente lo pasaron por los grados previos y recibió la consagración episcopal aproximadamente una semana después.

4. ¿Cómo le fue siendo obispo?

A San Ambrosio le fue muy bien como obispo, y ello ha contribuido a que fuese declarado Doctor de la Iglesia. 

Dejó muchos escritos maravillosos, ayudó a convertir a San Agustín, combatió la herejía e introdujo en Occidente la lectio divina, una práctica que ha permanecido con nosotros hasta el día de hoy.

5. La lectio divina sirvió para su predicación

Benedicto XVI explicó que si bien San Ambrosio era culturalmente bien educado, al mismo tiempo carecía de conocimientos sobre las Escrituras, por lo que comenzó a estudiarlas, recurriendo para ello a las obras de Orígenes, el maestro indiscutible de la “Escuela de Alejandría”.

Así, San Ambrosio trasladó al ámbito latino la meditación sobre las Escrituras que había iniciado Orígenes, introduciendo en Occidente la práctica de la lectio divina.

Benedicto XVI afirmó asimismo que este método sirvió de guía para toda la predicación y para los escritos del Obispo de Milán, que surgieron precisamente de la escucha orante de la Palabra de Dios.

6. ¿Cómo ayudó San Ambrosio en la conversión de San Agustín?

Este episodio forma parte de una historia bastante dramática, en la que el Obispo de Milán se enfrentó al emperador arriesgando su propia vida.

El Papa Benedicto XVI recordó que, en sus Confesiones, San Agustín relata que llegó a Milán como profesor de retórica; era un escéptico y no cristiano. 

Estaba buscando la verdad cristiana, pero no era capaz de encontrarla verdaderamente.

Lo que conmovió el corazón del joven retórico africano, escéptico y abatido, y lo que le impulsó a la conversión definitiva no fueron las espléndidas homilías de San Ambrosio, aunque las apreció profundamente, sino el testimonio del obispo y de la Iglesia en Milán, pues rezaban y cantaban como un solo cuerpo intacto.

Fue una Iglesia que pudo resistir las maniobras tiránicas del emperador y de su madre, quienes a principios del 386 exigieron nuevamente un edificio de la iglesia para las celebraciones de los arrianos.

En el edificio que iba a ser requisado, cuenta San Agustín, “la gente devota velaba, dispuesta a morir con su obispo”.

Este testimonio de las Confesiones es precioso, porque señala que algo se movía en San Agustín, quien continúa: “También nosotros, aunque espiritualmente tibios, compartimos la agitación de todo el pueblo”.

7. ¿Fue San Ambrosio notable en otros aspectos?

Fue notable en muchos sentidos. Uno de ellos hoy nos parecería sorprendente.

El Papa Benedicto XVI recordó que, en sus Confesiones, San Agustín hace notar que cada vez que iba a ver al Obispo de Milán, lo encontraba ocupado con una multitud de personas llenas de problemas y por cuyas necesidades se esforzaba al máximo.

Siempre había una larga cola esperando para hablar con San Ambrosio, buscando en él consuelo y esperanza.

Cuando el obispo no estaba con la gente, algo que sucedía por breves instantes, o bien reponía su cuerpo con las comidas necesarias o alimentaba su espíritu con la lectura.

Aquí, San Agustín se maravilla, porque San Ambrosio leía las Escrituras con la boca cerrada, sólo con los ojos. En los primeros siglos cristianos la lectura se concebía estrictamente para la proclamación, y hacerlo en voz alta también facilitaba su comprensión.

El hecho de que San Ambrosio pudiera leer sólo con los ojos sugirió al admirado San Agustín que el obispo tenía una rara habilidad para familiarizarse con la Biblia.

8. El consejo de San Ambrosio

San Ambrosio también le dio a Agustín un consejo muy famoso, que muchas personas citan hoy sin siquiera saber de dónde viene.

San Agustín notó que las costumbres litúrgicas en Roma eran diferentes a las que se usaban en otros lugares, y San Ambrosio le aconsejó: “Cuando estés en Roma, haz lo que hacen los romanos”.