Ante el anuncio del Gobierno de una nueva reforma de la Ley de Reproducción que permitiría la manipulación genética de embriones humanos y la creación del “bebé medicamento”, los Obispos españoles exigieron que la ciencia esté al servicio de la vida humana.
El secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), P. Juan Antonio Martínez Camino, presentó el documento “Por una ciencia al servicio de la vida humana" en el que los obispos denunciaron la "injusticia fundamental" de tratar a los seres humanos incipientes como si fueran objetos o animales que se pueden “producir, manipular o incluso comercializar”, usando técnicas en las que la lógica de la eficacia productiva prima fácilmente sobre el respeto a la dignidad humana.
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El documento del Comité Ejecutivo de la CEE señaló que “ciertas novedades llamativas, más espectaculares que realmente curativas, pueden hacer olvidar algo de vital importancia: que las personas no deben ser producidas o reproducidas en los laboratorios, sino procreadas en la unión interpersonal de los esposos”.
El Episcopado español criticó la actual Ley de Reproducción vigente desde 1988 que permite y regula la manipulación de embriones humanos. “Se producen miles de embriones llamados ‘sobrantes’ que o bien se desechan directamente en prácticas eugenésicas y abortivas, o bien son congelados y entregados a un destino incierto”.
Según los obispos, con ello “se alteran las relaciones familiares acudiendo a donantes de gametos ajenos al matrimonio; se condena a algunos niños a nacer sin familia, ya que puede ser una persona sola la que los encargue al laboratorio; y a muchos hijos se les impide conocer a sus padres, pues se establece el anonimato de los donantes de gametos”.
La CEE expresó su preocupación ante los anuncios gubernamentales de eliminar en la práctica toda limitación legal de las fecundaciones y transferencias y la consiguiente casi total desprotección del “embrión humano con el fin de convertirlo en material de investigación, incluso a costa de quitarle la vida, y no se excluye con la claridad requerida ni siquiera el recurso a la llamada clonación terapéutica”.
Ante ello, los obispos declararon que “el embrión humano merece el respeto debido a la persona humana. No es una cosa ni un mero agregado de células vivas, sino el primer estadio de la existencia de un ser humano” y denunciaron la “ficción lingüística” del término “preembrión” que “pretende ocultar el hecho de la continuidad fundamental que se da en las diversas fases del desarrollo del nuevo cuerpo humano”.
Asimismo, el Episcopado se mostró preocupado por el previsible “aumento del número de embriones congelados”. “No se puede permitir la acumulación de embriones humanos por motivos supuestamente clínicos para luego dar luz verde a su utilización como material de investigación. En estas condiciones, ningún consentimiento informado, ninguna medida de control, ni siquiera la hipotética no reanimación de los embriones descongelados podría hacer éticamente tolerable la utilización ulterior para la experimentación de los embriones acumulados”, añadió el Comité.
Con respecto a la posibilidad de descongelar “los embriones ‘sobrantes’ para reanimarlos y luego quitarles la vida en la obtención de sus células madre como material de experimentación”, la CEE señaló que se trataba de “una acción gravemente ilícita que no puede ser justificada por ninguna finalidad supuestamente terapéutica”, puesto que “no es lícito matar a un ser humano, incluso en su fase de embrión, aunque se haga con la intención de curar a otro”.
El Comité Ejecutivo señaló más adelante que “la llamada clonación terapéutica es una de las amenazantes posibilidades que se siguen de la práctica injusta de la producción de seres humanos en los laboratorios”.
Pese a que “la legislación española actual cierra el paso a tal amenaza”, los Obispos expresaron su inquietud ante algunas declaraciones de políticos y científicos que arguyen que “no se trata de producir niños clónicos, sino tan sólo embriones para ser utilizados en la supuesta curación de determinadas enfermedades”, pero ocultan que “esos embriones, aunque no se les permita desarrollarse y llegar a ser niños nacidos, son ya seres humanos que no pueden ser sacrificados bajo ningún pretexto”.
Los Obispos concluyeron el comunicado advirtiendo la necesidad de “no dejarse engañar por ilusiones ni cegar por determinados intereses” y exhortando a buscar “el verdadero progreso, que no se consigue nunca a costa del sagrado derecho a la vida y a las condiciones familiares adecuadas de su gestación y de su acogida”.
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