El monje benedictino P. Antolín Pablos Villanueva fue perseguido por causa de su fe primero en México y después en su España natal, donde fue mártir, fusilado por odio a la fe. Antes de expirar, guardó su último aliento para gritar: "¡Viva Cristo Rey!".
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Antolín fue el primero de los cuatro hijos de Juan y Antonia. Vino al mundo en la villa ducal de Lerma (Burgos, España), donde su padre ejercía de panadero.
A los 13 años ingresó como oblato en la abadía benedictina de Santo Domingo de Silos. Pasados 11 años, fue ordenado sacerdote, en 1896. Después de un par de años ampliando estudios en París, volvió a su monasterio de origen como archivero.
Sin embargo, apenas ejerció como tal, pues fue destinado, a su pesar, a México, para explorar una posible fundación benedictina. Entonces el país azteca estaba bajo el poder del revolucionario Porfirio Díaz.
Después de cuatro años, regresó a España, pero en 1909 fue de nuevo enviado a México. En esta ocasión para iniciar la fundación benedictina de San Rafael en la capital, donde hoy se ubica la iglesia del mismo nombre.
Pasados unos años, en 1914, bajo la presidencia de Venustiano Carranza, el P. Pablos se vio obligado a huir ante la ofensiva anticlerical. Al poco tiempo, volvió a la capital a atender sus tareas pastorales, pero en la clandestinidad.
En 1917 fue detenido en Xochimilco y expulsado del país. Refugiado en Cuba, trató de regresar a México en 1919 por Veracruz, pero le detuvieron y deportaron, esta vez a España.
Del Monasterio de Silos fue destinado a Madrid, donde ejerció su ministerio en el priorato silense de Nuestra Señora de Montserrat, de forma principal como investigador y director espiritual.
Fueron tiempos difíciles, por la persecución religiosa durante la II República. Cuando estalló la Guerra Civil el 18 de julio de 1936 trató de refugiarse en casa de unas feligresas, pero fue detenido y encarcelado.
El 8 de noviembre de 1936 lo llevaron a Paracuellos de Jarama para ser fusilado. Los comunistas no pudieron hacerlo en el lugar, porque aún no habían enterrado los cuerpos de los martirizados el día anterior.
Así, fue llevado junto a más de 400 compañeros de infortunio al pueblo vecino de San Fernando de Henares, donde entregó la vida.
Durante la homilía de beatificación del P. Pablos junto a otros tres monjes benedictinos, celebrada en 2016, el cardenal Angelo Amato destacó de él que murió gritando "¡Viva Cristo Rey!".