Como cada año y en conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, el grupo "Iglesia Joven" de Montevideo (Uruguay) llevó adelante la Misión de la Esperanza.
La actividad consiste en la visita a los cementerios de la ciudad, llevando una palabra de consuelo y esperanza a los uruguayos que en esta fecha se acercan a recordar a sus seres queridos que ya partieron a la Casa del Padre.
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En esta oportunidad, la actividad recorrió los cementerios del Norte, Central, del Buceo, de La Teja y del Cerro, y convocó a todos los grupos juveniles de la Arquidiócesis.
En el cementerio del Norte, el Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla, presidió la Eucaristía y afirmó que "la vida es una mezcla" de sufrimiento y gozo, pero el Señor nos da la fuerza para vivir según su gracia.
La Misión de la Esperanza se realiza desde 2016, y es un signo de acompañamiento pastoral a la costumbre de homenajear en este día a los fallecidos.
En esta fecha, los camposantos de la ciudad extienden su horario, los puestos de flores trabajan durante todo el día y el transporte público funciona con frecuencias especiales. Es un día de memoria emotiva y tristeza en muchos casos.
En esta edición participaron cerca de 150 jóvenes, distribuidos en 5 cementerios de la ciudad.
Al acercarse a las personas, los misioneros les explicaban que eran de la Iglesia Católica y ofrecían rezar juntos una oración por el difunto. También entregaron folletos con oraciones.
El Cardenal Daniel Sturla, Arzobispo de Montevideo, presidió la Misa en el pabellón social del Círculo Católico. En su homilía, manifestó: "Cómo será de lindo el Cielo, cómo será de gozoso el paraíso, si aquí en la Tierra el Señor nos regala momentos hermosos de oración y contemplación".
En el Cielo, afirmó, todos se encontrarán con "todos los seres queridos que han dejado el mundo terrenal" y además esperarán a "los que vienen rezagados" para poder gozar juntos de Dios "en un gozo sin pena, sin sufrimiento, sin lágrimas".
Allí, viviremos "en una vida de comunión donde no va haber rencor, ni envidia, ni orgullo, ni avaricia. Todo va a ser paz, bondad, fiesta eterna. Hacia allí vamos", añadió.
El Arzobispo advirtió que el mal aparece de diversas formas, y eso hace que "la muerte de los seres queridos sea un desgarrón profundo del alma". Ante estas situaciones, aconsejó a los católicos reafirmar la fe recordando que Jesús ha vencido el pecado y la muerte.
Toda persona, añadió el purpurado, deberá enfrentar un juicio ante un "juez misericordioso", y puede existir la "terrible" posibilidad de la muerte eterna, o someterse a la purificación "para que el Señor nos salve", lo que se conoce como purgatorio.
"Ofrecemos el santo sacrificio de la Misa para que nuestros difuntos queridos que están todavía purificándose puedan, por nuestra oración y sacrificio, ser ayudados a ir pronto al encuentro definitivo con Dios en el Cielo", expresó.
Inés Bartesaghi, de la parroquia Stella Maris, contó a ACI Prensa que desde el año pasado, su comunidad de jóvenes participa de esta iniciativa, y aunque al principio le generaba cierto temor o incertidumbre, pudo descubrir "en esa memoria agradecida por aquellos seres queridos que se nos adelantaron en el camino al Cielo, un corazón abierto hacia Jesús".
"Muchos no compartían nuestra fe y algunos no querían que rezáramos, pero siempre fue con respeto. Me quedó resonando un mensaje: ¡Qué lindo que la Iglesia católica esté presente en un día como hoy!", relató.
"El nombre de la misión lo dice todo: Es la certeza de que nuestros seres queridos no están en el cementerio, de que la muerte no tiene la última palabra, porque nos espera el Cielo", afirmó la joven.
El seminarista Ricardo Asqueta reconoció que esta misión "siempre es un desafío muy grande, por las historias, las realidades, el sufrimiento de las personas a las que nos acercamos".
"Muchas veces nos encontramos con la negativa, y gente que está enojada con Dios. Pero en esta realidad también Dios nos regala testimonios hermosos", dijo.
En ese marco, compartió el testimonio de una mujer que había perdido a su marido y a su único hijo, y que en medio del dolor, afirmaba que su esperanza está puesta en Cristo, en saber que un día se reencontrará con ellos.
"En un país tan secularizado como Uruguay, donde se nos impone una cultura de la muerte, esta misión fue para mí un momento de Cielo en la Tierra, de encontrar a Cristo resucitado en cada persona, con su mensaje de salvación que da esperanza y sentido", aseguró el seminarista.