El P. Antonio María Domenech Guillén, sacerdote de la diócesis de Cuenca (España), respondió a la pregunta sobre si el día de los fieles difuntos o Día de Muertos que la Iglesia Católica celebra este 2 de noviembre, incluye o no a aquellos que no han sido bautizados.
En un video compartido en su cuenta de Youtube, el sacerdote español explicó que la respuesta está en el Catecismo de la Iglesia Católica, concretamente en los numerales 1030 al 1032, por lo que animó a consultarlo.
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“Los fieles difuntos tienen que ser bautizados porque si no están bautizados no son fieles cristianos", resaltó el P. Domenech.
El sacerdote español explicó que la Iglesia está compuesta por los santos que ya están en el cielo, que conforman la Iglesia triunfante; “los que estamos aquí con alma y cuerpo en la lucha diaria, que es la Iglesia militante –que viene de mílites, soldado en latín– y que estamos en lucha contra la tentación; y también los de la Iglesia purgante, que está en el purgatorio, que son los fieles difuntos”.
Entonces, precisó, los fieles difuntos con los bautizados que están en el purgatorio, donde las almas purifican “las penas de los pecados. Cuando hacemos un pecado tenemos la culpa que se perdona en la confesión y una pena, que es como el agujero que queda en la pared después de quitar un clavo”.
El P. Domenech recordó que las misas y las indulgencias ofrecidas por los fieles difuntos permiten la purificación de las penas.
“Por eso es importante rezar por las almas del purgatorio: porque están en un estado de sufrimiento en la ausencia de Dios y de purificación del alma para que pueda presentarse en el cielo”, destacó el sacerdote.
Para concluir, el sacerdote español dijo que “hoy rezamos especialmente por aquellos fieles difuntos que están en el purgatorio esperando que alguien se acuerde de rezar por ellos y de purificar sus almas”.
El numeral 1030 del Catecismo señala que “los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo”.