Con ocasión de su 87º Asamblea Plenaria, la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) publicó el documento titulado “La familia: imagen del amor de Dios”, donde los obispos reflexionan sobre los desafíos que enfrenta la familia en el país y reafirman el valor de la institución familiar como base de la sociedad.

El mensaje –fechado el 15 de mayo y dado a conocer este sábado– explica que la intención de los obispos es manifestar su cercanía y compañía a las familias que “viven situaciones difíciles, en medio de sufrimientos, injusticias, carencias o dolorosas experiencias afectivas que las han llevado a un sentimiento de fracaso o a fracturas que no son plenamente compatibles con la propuesta del Evangelio”.

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Los obispos advierten que la institución familiar aparece jaqueada por “por legislaciones que alientan su disolución; por modelos ideológicos que relativizan los conceptos de persona, matrimonio y familia; por la situación socioeconómica, por la falta de comunicación, superficialidad e intolerancia, e incluso por la agresión y violencia en el trato entre las personas”.

La “cultura de muerte” desprecia y margina a “los enfermos y ancianos en el aborto, la eutanasia, el homicidio, el desprecio por el compromiso para siempre”, afirman los prelados y recuerdan que “la vida física ha de ser respetada desde su concepción hasta la muerte natural; cuidada y servida, de modo que todos puedan tener alimento, vestido, vivienda, educación, trabajo, tiempo libre, asistencia sanitaria, seguridad”.

Célula básica de la sociedad

Al recordar que “la familia es una institución natural, anterior a cualquier otra comunidad, incluido el Estado”, el Episcopado subraya que no puede equiparársela “con otras realidades que no tienen la misma identidad: uniones libres, uniones de hecho, uniones de personas del mismo sexo. Tratar como iguales realidades desiguales, es una injusticia”.

“La familia  exige el reconocimiento de la dignidad de la persona humana desde su concepción hasta su muerte natural, y por lo tanto el compromiso de promover, cuidar, y respetar la vida en todo momento, y particularmente cuando es frágil y vulnerable. Es autodestructivo para una sociedad la aceptación del crimen del aborto, el congelamiento de embriones, la destrucción de embriones, la clonación, la eutanasia y las manipulaciones de la vida”, explican los obispos.

Castidad en el matrimonio

Asimismo, el comunicado señala que “la perspectiva del amor que se difunde hoy” reduce el amor al nivel de genitalidad, “separa el amor de la sexualidad y ésta de la procreación, sustrae de toda norma la sexualidad” y la concibe de modo muy diverso a la enseñanza de la Iglesia que, por su parte, intenta salvaguardar la plena verdad del amor humano, no imponiendo u oprimiendo con leyes extrañas, sino interpretando y sirviendo a la sexualidad según el designio de Dios, a la doble luz de su Palabra y de la razón natural”.

Por medio del sacramento del matrimonio –añade el mensaje– “los esposos deben ser dóciles a la llamada del Señor y actuar como fieles intérpretes de su designio, abriendo generosamente la familia a nuevas vidas, permaneciendo siempre en actitud de servicio a la vida”.

La castidad “no se reduce a la continencia sexual, sino que significa capacidad de amar sin poseer y de relaciones auténticas. La castidad es el correcto desarrollo de la sexualidad, premisa para vivir dignamente el matrimonio, la virginidad consagrada, la soltería o la viudez, valor común para opciones diversas. No empobrece la vida, sino que acrecienta su belleza”, resaltan los prelados.

Eucaristía

Más adelante, el comunicado expresa la necesidad de “redescubrir la Eucaristía como fundamento y alma de la comunión y misión familiar”, sobre todo de cara al X Congreso Eucarístico Nacional, a celebrarse en Corrientes, del 2 al 5 de setiembre. “Invitamos a redescubrir que la Eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano”, agrega el texto.

Por otro lado, ante la realidad de “muchas personas que viven situaciones irregulares”, los obispos afirman su deseo de “renovar la invitación de Juan Pablo II, que hacemos nuestra, a que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aún debiendo, en cuanto bautizados, participar de su vida. Los exhortamos a que escuchen la Palabra de Dios, que frecuenten el sacrificio de la Misa, que perseveren en la oración, en las obras de caridad y de promoción de la justicia, y que eduquen a los hijos en la fe cristiana”.

ser fuertes y alegres en medio de las pruebas