El Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Pietro Parolin, celebró esta mañana en Roma una Misa por la fiesta nacional de España, celebrada cada 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar.
A la Celebración Eucarística, que tuvo lugar en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, acudieron diversas autoridades como la embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá.
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Durante su homilía, el Cardenal Pietro Parolin lamentó que hoy "el mundo carece de esperanza" y recordó el sufrimiento de la guerra de Ucrania y las consecuencias de la pandemia del Covid.
Asimismo, agradeció especialmente a Dios "la presencia de la Santísima Virgen María a lo largo de la historia de España, que se remonta a los inicios de la evangelización del país, al Apóstol Santiago en los años 40 después de Cristo".
El Purpurado explicó que, según la tradición, el apóstol Santiago, "desanimado por las grandes dificultades que estaba encontrando en la evangelización de España, pidió una señal".
Fue entonces cuando la Virgen María, que "todavía estaba viva en la carne, se le apareció de pie sobre una columna de mármol".
"Pidió al apóstol que le construyera una iglesia en ese lugar, con el altar alrededor de la columna donde ella estaba, y le dijo que 'en este lugar permanecerá hasta el final de los tiempos, para que la virtud de Dios pueda obrar maravillas y milagros por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi intercesión'".
Más tarde, el Cardenal se preguntó si era posible "invocar la fe, la esperanza y la caridad para toda España, en el día en que el país celebra su fiesta nacional".
En esta línea, lamentó "hoy España, como todos los países europeos, es una realidad plural, donde muchos ya no se reconocen en el cristianismo".
"Si por un lado esto nos entristece, por otro nos impulsa a ser testigos creíbles de nuestra fe, porque queremos que todos participen de la alegría del Evangelio", defendió.
"Es posible rezar por todos los españoles", aseguró el Cardenal, quien animó a hacerlo "sin ofender a nadie, si entendemos la fe -en un sentido un tanto 'laico'- como apertura a la dimensión trascendente de la vida y a los valores espirituales, que garantizan el respeto y la promoción de la dignidad de cada persona y dan sentido al esfuerzo por asegurar el bienestar de todos los ciudadanos".
"Se puede hacer si entendemos la esperanza como un esfuerzo hacia un mundo mejor y como una lucha para conseguirlo; si entendemos la caridad como la solidaridad hacia los más necesitados y vulnerables y trabajamos juntos para aliviar su sufrimiento y permitirles vivir con dignidad", dijo a continuación.
Por último, aseguró que puede hacerse "si estamos dispuestos a respetarnos unos a otros, si estamos dispuestos a dialogar, a ofrecer nuestros dones y a recibir los de los demás, a contribuir a la construcción incesante de una patria pacífica, atenta al bien común, respetuosa de la libertad religiosa y abierta a las necesidades del mundo".