Al recibir a los obispos norteamericanos de las provincias eclesiásticas de San Antonio y Oklahoma City, llegaos en visita Ad Limina, el Papa Juan Pablo II llamó a los prelados a defender la familia y el matrimonio; así como a convertir cada iglesia local en una familia.
En su discurso, el Pontífice se concentró “de manera especial en una de las piedras angulares de la Iglesia misma, el complejo de relaciones interpersonales que conocemos como familia”.
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El Papa denunció la contemporánea “falta de una adecuada comprensión de la dimensión intrínsecamente religiosa de esta alianza”; y advirtió que la sociedad moderna “raramente le da importancia a la naturaleza permanente del matrimonio”.
“La actitud hacia el matrimonio que se encuentra en la cultura contemporánea exige que la Iglesia busque ofrecer una mejor instrucción pre-matrimonial encaminada a formar parejas en esta vocación; y a insistir en que sus escuelas católicas y programas de educación religiosa” garantize la formación de los jóvenes, “muchos de los cuales provienen ellos mismos de familias quebradas”, advirtió el Santo Padre.
El Papa recordó luego que “la Iglesia enseña que el amor de un hombre y una mujer santificado en el sacramento del matrimonio refleja el amor eterno de Dios por su creación”; por elló la Iglesia “tiene la sagrada reposnsabilidad de hacer todo lo posible para asistir a las parejas casadas en convertir sus familias en ‘iglesias domésticas’ y en llevar a plenitud adecuadamente la‘función sacerdotal’ a la que cada familia cristiana está llamada”.
Juan Pablo II señaló que es necesario animar a los padres a “convertirse en los primeros predicadores del Evangelio y los principales catequistas de la familia”.
“Las comunidades cristianas deberían realizar todo esfuerzo posible para asistir a los esposos en convertir a sus familias en escuelas de santidad”, agregó.
El Papa señaló luego que, al igual que una familia, la armonía interna de la Iglesia local puede verse afectada “por la falta de caridad y la presencia de conflictos entre sus miembros”.
Ante esto “los obispos tienen la responsabilidad de actuar con paternal solicitud como hombres de comunión para asegurar que sus iglesias particulares actúen como familias”, dijo el Santo Padre.
“Esto requiere –añadió- que el obispo trate de remediar cualquier división que puede existir entre su rebaño esforzándose por reconstruir el nivel de confianza, reconciliación y mutuo entendimiento en la familia eclesial”.