En una nueva carta, Benedicto XVI elogió la historia de una mujer que vivió "el drama interior de ser cristiano" y dedicó su vida al encuentro espiritual con Cristo en la Adoración Eucarística.

El Papa Emérito escribió que su propia experiencia personal era similar a la que vivió la Madre Julia Verhaeghe en una carta dirigida al autor de una nueva biografía. 

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El escritor, el P. Hermann Geissler, es un antiguo funcionario de la Congregación para la Doctrina de la Fe y miembro de la Familia Espiritual "La Obra" que fundó la Madre Julia y que el Papa Juan Pablo II designó como familia de vida consagrada en 2001.

En su carta a Geissler, a la que ha tenido acceso CNA -agencia en inglés del grupo ACI-, Benedicto no ocultó que tenía "el temor de que su vida pudiera tener poco interés en su conjunto por carecer de todo dramatismo externo".

Benedicto alabó al autor por hacer "visible el drama interior de ser cristiano, escribiendo una biografía realmente fascinante". El camino externo de esta vida, que lleva desde Bélgica a través de Austria y Hungría hasta Roma, con un punto central en Austria, se convierte en un reflejo del camino interior por el que fue conducida esta mujer."

"De este modo, se hace visible el verdadero drama de la vida, que se encuentra sobre todo en el encuentro con San Pablo y, a través de él, con Cristo mismo, permitiendo a los demás recorrerlo", añadió Benedicto. 

"Todo el drama externo e interno de la fe está presente en su vida. La tensión descrita aquí es particularmente cautivadora porque es similar a la que yo he experimentado desde los años 40".

La biografía, titulada "Ella sirvió a la Iglesia: La Madre Julia Verhaeghe y el desarrollo de La Familia Espiritual La Obra", explora el periodo comprendido entre 1950 y 2001, desde la segunda posguerra hasta el reconocimiento de la Familia, cuatro años después de la muerte de la fundadora en 1997.

El libro está dividido en cuatro partes e incluye testimonios, extractos de las cartas de la Madre Julia y otros documentos de archivo. Además, el libro contextualiza la vida y las opciones de la Madre Julia, conectándolas con las situaciones de la época, de las que la Madre Julia era una atenta observadora.

En la introducción, el P. Thomas Felder y la hermana Margarete Binder escribieron que "las páginas siguientes hablan de una mujer que no tenía ni una cultura particular, ni buena salud, ni medios económicos". Sin embargo, añadieron, "un fuego ardía en su corazón".

Este fuego es la base de los encuentros que formaron su vida: en primer lugar, el que tuvo con San Pablo; después, el que tuvo con el Papa Pío XII, que se le apareció en sueños y que predijo el Concilio Vaticano II; por último, el encuentro con el Cardenal John Henry Newman, con quien "La Obra" tiene una relación particular.

Estos encuentros y relaciones forman parte de un camino espiritual de encuentro con Cristo. El libro de Geissler relata estos encuentros con delicadeza, sin sensacionalismo, demostrando que la profecía sólo llega cuando uno está abierto a la escucha.

Del encuentro con Pío XII nació una gran intuición: el elemento humano y humanizador del Concilio Vaticano II intentará imponerse, superando lo que debe ser el centro de la Iglesia, es decir, lo sagrado.

Frente a la creciente secularización, la Familia Espiritual "La Obra", guiada por la Madre Julia, hizo hincapié en la Adoración Eucarística. Es un hábito diario en todas las casas de "La Obra".

El libro también describe cómo la Madre Julia sentía el mismo entusiasmo y preocupación por una Europa unificada, justo cuando Bruselas se preparaba para acoger la Expo de 1958. Su visión fue siempre de renovación espiritual, de retorno a Cristo.

Tal vez no había ningún drama externo, pero la inquietud del alma de la Madre Julia a la que se refiere Benedicto es buena, abierta a la reflexión sobre los temas de la época. 

En el libro de Geissler se percibe el constante asombro ante el misterio de Cristo, que la lleva, ya anciana, a visitar Tierra Santa y a experimentar el desierto.

La vida de la Madre Julia contada en este libro es la de una mujer que supo mirar su tiempo con la concreción que sólo da el contacto con Dios.

Benedicto XVI, que cumplió 95 años en abril, habló a menudo de la necesidad del contacto con Dios y dijo que el encuentro con Jesús era la respuesta a los desafíos del mundo.


Traducido y adaptado por Almudena Martínez-Bordiú. Publicado originalmente en CNA.