El Papa Francisco escuchó varios testimonios de religiosos en la Catedral del Perpetuo Socorro de Kazajistán, el país de mayoría musulmana donde solamente el 1% de la población es católica.
Ruslan Rakhimberlinov, sacerdote de etnia kazaja
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El sacerdote Ruslan Rakhimberlinov, sacerdote de etnia kazaja de la diócesis de Karaganda, señaló que "todos nos preparamos en oración para este día y esperamos que esta histórica visita suya a nuestro país se haga realidad".
"Estamos contentos de que esta esperanza nuestra se haya hecho realidad: que si somos fieles a Cristo, Él no nos dejará solos aquí en Kazajistán y su cuidado y cercanía nunca nos fallarán", aseguró.
A continuación, explicó que "soy un sacerdote, un servidor de Cristo, orgulloso de haber nacido y crecido en este país y de ser parte integrante de un futuro que Kazajistán quiere construir para todos nosotros en esta nación multiétnica, multicultural y multirreligiosa."
"En ese sentido, creo que ser sacerdote, de manera muy simple, ya es mucho. Mirar lo que sucede entre Dios y cada ser humano y comprender que lo que sucede no viene de ti, el ministro, que no puedes crearlo ni cambiarlo, sino que sólo te ha sido dado por Dios estar presente en esta obra divina y presenciarla con asombro y reverencia", dijo más tarde.
En está línea, aseguró que "cuando un hombre, siendo sacerdote, se convierte en testigo del dolor, de los problemas, de las enfermedades, de la pobreza y de las angustias de las personas confiadas a su cuidado pastoral, no puede hacer otra cosa que rezar, acompañar, comprender, mostrar compasión y, en la medida de lo posible, ayudarlas".
"No sé cómo cuida la Providencia a nuestra Iglesia aquí en esta tierra, pero estoy seguro de que lo hace. Sólo tenemos que confiar en la gracia que Cristo, el Supremo Pastor de las almas, nunca dejará que nos falte", dijo por último el sacerdote.
Sor Clara, Comunidad de las Bienaventuranzas
En nombre de todas las religiosas del país, Sor Clara comenzó dando gracias a Dios por su vocación: "La vocación es el misterio del amor entre Dios y el hombre. Gracias a todas las personas que han sido testigos de Cristo en mi vida y me han ayudado a responder a Dios y a su llamada".
"Para mí, ser monja significa ser espiritualmente una madre para cada persona. Dar testimonio de Cristo es mostrar cómo el Amor y la Misericordia de Dios han actuado y siguen actuando en mi vida", señaló a continuación.
"Cada día experimento que nada es imposible para Dios. Cada día el Señor me enseña a amar y aceptar a mi prójimo. Puedo decir que cuando era más joven, quería hacer mucho por Cristo. Hoy le pido que actúe a través de mí para el bien de los demás".
En este sentido, la hermana explicó que "dar testimonio de Cristo aquí en Kazajstán significa estar con la gente, acompañarla, alegrarse cuando se alegra, apoyarla cuando llora".
"Es un testimonio de la presencia activa, el servicio sencillo y la misericordia de Dios. Mi gran alegría es ver a la gente acercarse a Jesús que murió y resucitó por todos y que quiere hacer partícipes a todos de la salvación que vino a darnos sin ningún mérito propio", concluyó.
Por último, el Santo Padre escuchó también el testimonio de un padre de familia y de la mujer de un sacerdote greco-católico.