En varias imágenes antiguas de Santa Rosa es común verla con un ancla en la mano, mientras que en la Catedral de Lima (Perú), en la parte superior central de la fachada, es la única imagen con todo el cuerpo ladeado mirando hacia el mar del Callao. Esto se debe a un valiente acto que la santa encabezó contra los piratas que entonces amenazaban la ciudad.

Cuenta la Enciclopedia Católica que en 1615 el despiadado corsario holandés Joris van Spilbergen llegó a América del Sur, atacando Río de Janeiro en Brasil, Santa María en Argentina y diversos puertos chilenos, por lo que el virrey del Perú envió al sur de Lima unos 7 navíos para combatir el avance de los piratas. Sin embargo, esta expedición fracasó.

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La noticia llegó rápidamente a Lima, la Ciudad de los Reyes, y todo se volvió un caos. La gente del puerto del Callao corrió a refugiarse en el pueblo limeño y el Arzobispo pidió que el Santísimo sea expuesto. 

Allí acudieron los fieles a rezar implorando misericordia, ya que se había corrido el rumor de que los piratas destruirían templos y profanarían la Eucaristía.

El virrey, por su parte, ordenó que se crearan grupos militares, y unos 3.000 hombres se ubicaron en la playa del puerto para evitar la invasión. Incluso, los frailes de diversas órdenes se organizaron en compañías para resguardar los monasterios de las monjas.

Santa Rosa de Lima fue de inmediato a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario y alentó con liderazgo a las mujeres a rezar juntas para que los piratas no desembarquen y no se realicen profanaciones.

Al llegar la noche, la santa estaba con toda la intención de defender a Cristo Eucaristía, su amado "Esposo". Tanto es así que le dijo a su mamá, María de Oliva, que "los iba a 'rendir a todos' con el rosario que tenía en sus manos", cuenta la Enciclopedia Católica.

Era tanta su valentía que acortó sus vestidos y se sacó sus "chapines", una especie de calzado que protegía del barro, esperando a los enemigos.

De acuerdo a Fray Leonardo Hansen, quien escribió la primera biografía de la primera santa del continente americano, Rosa de Santa María manifestó incluso su deseo de martirio con las siguientes aguerridas palabras:

"Pues he de luchar y morir por el divino Sacramento. Así más brevemente subiré sobre el altar y allí expondré mi cuerpo como un escudo, para que reciba los golpes y las heridas que tiraren los herejes al cuerpo de mi Señor Jesucristo, sin apartarme un punto, hasta que pasado por muchas partes el cuerpo con las picas y alabardas de los impíos enemigos de la fe, caiga muerta en el altar".

La santa además señaló que prefería que se demorasen en acabar con su vida, si ello retardaba cualquier ataque a Jesús Sacramentado:  "Yo rogaré a los herejes que no me quiten la vida de un golpe… con el fin de que todo el tiempo que en esto se ocuparen se detengan en ejecutar las injurias, que temo ¡ay de mí! han de hacer después a mi dulce Esposo".

Se cuenta que de manera inexplicable los piratas levantaron anclas sin atacar el Callao, principal puerto del Virreinato del Perú, ni Lima, una de las más importantes sedes del reino español en América del Sur. 

Algunos dicen que ello se debió a que el jefe de los corsarios enfermó o murió, pero muchos atribuyen el que Lima se salvara de un ataque pirata a las oraciones de Santa Rosa de Lima, por lo que es considerada protectora de la ciudad. 

Santa Rosa de Lima es patrona de la Policía Nacional del Perú y sus integrantes le rinden honores cada 30 de agosto.