En la víspera de la Fiesta de San Juan María Vianney, recordamos cuatro importantes pasos del Santo Cura de Ars para volver a encender el amor de su pueblo por la Eucaristía, recopilados por el sacerdote católico Roger Landry.
Cada 4 de agosto, la Iglesia Católica celebra la fiesta litúrgica de San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, sacerdote de la Tercera Orden Franciscana y patrono de sacerdotes y párrocos, quien aseguró a su madre que dedicaría su ministerio a "conquistar muchas almas".
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En un artículo del National Catholic Register, el P. Roger Landry reveló la exitosa estrategia pastoral que aplicó San Juan María Vianney en el siglo XIX para que en su parroquia de Ars (Francia) resurja el fervor eucarístico.
Según el relato de P. Landry, el Santo Cura de Ars llegó a la iglesia de San Sixto en 1818, y la mayoría de los 230 residentes del lugar fueron a Misa el domingo para conocerlo. No obstante, el santo observó que cada vez menos fieles comulgaban o asistían a la Eucaristía.
"La falta de amor a Dios, y la falta casi total de conciencia del don de Dios en la Sagrada Eucaristía, desconcertaron al Padre Vianney", pues para los católicos de su tiempo el asistir a Misa, adorar el Santísimo y comulgar era "lo suficientemente importante como para morir", escribió.
El P. Landry explicó que cuando el santo era niño viajaba de noche y a escondidas con sus padres para asistir a Misa en graneros.
Esto era así debido a que durante la Revolución Francesa, las Eucaristías se celebraban de forma clandestina y los sacerdotes cuidaban que los católicos no sean descubiertos; de lo contrario, el clero y los fieles eran condenados a morir decapitados.
Fue así que el santo desarrolló la siguiente estrategia de cuatro pasos para reavivar el amor a Jesús Sacramentado y renovar la vida eucarística de su pueblo:
1. Recordar la importancia de asistir a la Misa dominical
El P. Landry señala que lo primero que hizo el Santo Cura de Ars "fue ayudar a su pueblo a recuperar el sentido de la importancia de santificar el Día del Señor".
Desde el inicio del cristianismo el domingo es considerado como una "pequeña Pascua", así que el santo siempre recordaba que el domingo era "un don divino para ayudarnos a ser quienes debemos ser", indica. El santo solía ir de paseo al pueblo antes de Misa para llevar a la gente del campo, e incluso "no dudó en usar fuego y azufre cuando era necesario", agrega.
El Santo Cura de Ars solía señalar que el hombre "no sólo tiene necesidades materiales y apetitos básicos, sino también necesidades del alma y apetitos del corazón. Vive no sólo de pan, sino de oración, de fe, de adoración y de amor".
Con el tiempo, la mayoría de aldeanos regresó a la Misa dominical, y eso le permitió iniciar "el verdadero trabajo de formarlos para vivir vidas eucarísticas", destaca el P. Landry.
2. Enseñar el verdadero significado de la Misa
Después, el Santo Cura de Ars ayudó a su pueblo a recuperar el asombro por lo que sucede en la Eucaristía. Les enseñó a "reconocer que en el sacrificio de la Misa participamos del sacrificio de Cristo […] que hizo posible la salvación; y que en la consagración, el pan y el vino se transforman totalmente en Jesucristo, real, verdadera y sustancialmente", apunta el P. Landry.
Él solía decir a los fieles que "asistir a Misa es la acción más grande que podemos hacer", pues durante la Eucaristía "¡la lengua del sacerdote y un pedazo de pan hacen a Dios! ¡Eso es más que crear el mundo!", subraya el P. Landry citando al santo.
Además, San Juan María Vianney recordaba que "todas las buenas obras en el mundo juntas no son equivalentes al sacrificio de la Misa, pues son obras de los hombres, y la Santa Misa es obra de Dios".
"El mártir no es nada en comparación, pues el martirio es el sacrificio que el hombre hace de su vida a Dios; la Misa es el sacrificio que Dios hace de su Cuerpo y Sangre por el hombre", destacaba el santo.
3. Promover la reverencia a la Eucaristía en Misa
El P. Landry revela que luego el santo ayudó a su pueblo a "crecer en la apreciación práctica de la presencia real del Señor en la Eucaristía", y ello a través de su ejemplo de vida: el santo solía hacer reverencia a la Eucaristía en Misa y rezaba ante el Santísimo.
El Santo Cura de Ars decía que las personas nunca habríamos pensado en pedir a Dios "que su Hijo muera por nosotros, que nos dé su cuerpo para comer, su sangre para beber", sino que "Dios en su amor lo ha dicho, concebido y actuado", recuerda el P. Landry.
El santo "solía predicar entre lágrimas, recordando a su pueblo que Dios mismo estaba entre ellos en el altar y en el tabernáculo"; y precisa que el Cura de Ars les decía: "¡Él está aquí!" y los animaba a dedicar más tiempo a la adoración eucarística y a visitarlo como si fuera nuestro amigo.
Jesús "nos espera de noche y de día" para "decirle nuestras necesidades y para recibirlo", y se acomoda "a nuestra debilidad: si se apareciera en gloria ante nosotros, nunca nos habríamos atrevido a acercarnos", solía enseñar el santo.
4. Alentar a recibir con frecuencia la Comunión
El último paso fue ayudar a preparar el alma de su pueblo y de toda Francia con el sacramento de la Confesión para que reciban a Jesús dignamente, "no sólo cada domingo, sino con la mayor frecuencia posible, incluso todos los días".
El Santo Cura de Ars confesó a muchas personas en jornadas de entre 12 y 18 horas diarias por 31 años, y les explicaba que si rezaban y recibían la Sagrada Eucaristía más seguido y con más amor, "serían santos".
El santo proclamaba que en la Comunión "¡Dios se entrega a vosotros! ¡Él se hace uno contigo!", y que si realmente comprendieran su felicidad, "no podrían vivir" sino que "morirían de amor". "¡Venid a comulgar, venid a Jesús, venid a vivir de Él, para vivir por Él!", recuerda el P. Landry.
El Santo Cura de Ars trabajó con paciencia y rezó por la conversión de su pueblo hasta que logró que los fieles llenaran la iglesia todos domingos en la Misa de las 7:00 a.m.
Este artículo fue publicado originalmente en 2023 y ha sido adaptado para su republicación.