El Papa Francisco recordó este martes 26 de julio a Nuestra Señora de Guadalupe y sus apariciones en tierras americanas, destacando que la Virgen "transmitió la recta fe a los indígenas", en un evento que congregó a alrededor de 10 mil personas cerca del Lago de Santa Ana, a unos 75 kilómetros al oeste de Edmonton.
Al participar en la tradicional peregrinación al Lago de Santa Ana y la Liturgia de la Palabra esta tarde, en el tercer día de su viaje apostólico a Canadá, el Santo Padre destacó que el importante rol de las madres y las abuelas en la evangelización de las familias y la sociedad, y señaló que "durante el drama de la conquista, fue Nuestra Señora de Guadalupe la que transmitió la recta fe a los indígenas, hablando su lengua y vistiendo sus trajes, sin violencia y sin imposiciones".
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El Papa Francisco aseguró que los corazones de las abuelas "son fuentes de las que surge el agua viva de la fe, con la que han apagado la sed de hijos y nietos".
"Me admira el papel vital de la mujer en las comunidades indígenas. Ocupan un puesto de mucho relieve en cuanto fuentes benditas de vida, no sólo física sino también espiritual", señaló.
En ese sentido, el Papa recordó a su propia abuela, de quien "recibí el primer anuncio de la fe y aprendí que el Evangelio se transmite así, a través de la ternura del cuidado y la sabiduría de la vida".
"La fe raramente nace leyendo un libro nosotros solos en el salón, sino que se difunde en un clima familiar, se transmite en la lengua de las madres, con el dulce canto dialectal de las abuelas", resaltó.
"Me alegra ver aquí a tantos abuelos y bisabuelos. Se los agradezco, y quisiera decir a cuantos tienen ancianos en casa, en la familia, ¡tienen un tesoro! Custodian entre sus muros una fuente de vida, háganse cargo de ellos como de la herencia más valiosa para amar y custodiar", expresó.
Al reflexionar sobre el Lago de Santa Ana, llamado así en honor a la abuela de Jesús y madre de la Virgen María, y al cual bendijo especialmente, el Papa señaló que la cercanía del agua "nos ayuda a volver también a las fuentes de la fe. Nos permite peregrinar idealmente hasta los lugares santos. Imaginar a Jesús, que desarrolló gran parte de su ministerio precisamente a la orilla de un lago, el Lago de Galilea".
"Allí escogió y llamó a los Apóstoles, proclamó las Bienaventuranzas, narró la mayor parte de las parábolas, realizó signos y curaciones", recordó.
"Aquel lago constituía el corazón de la 'Galilea de las naciones' (Mt 4,15), una zona periférica, de comercio, donde confluían distintas poblaciones, coloreando la región de tradiciones y cultos dispares".
El Papa Francisco señaló que esa región "se trataba del lugar más distante, geográfica y culturalmente, de la pureza religiosa, que se concentraba en Jerusalén, junto al templo".
"Allí, precisamente allí, Jesús predicó el Reino de Dios. No a gente religiosa seleccionada, sino a pueblos distintos que, como hoy, acudían de varias partes, acogiendo a todos y en un teatro natural como este", dijo.
El Santo Padre recordó luego que el profeta Ezequiel "decía que las aguas, además de dar vida, sanan".
"Esta tarde imaginémonos alrededor del lago con Jesús, mientras Él se acerca, se inclina y con paciencia, compasión y ternura, cura tantos enfermos en el cuerpo y en el espíritu: endemoniados, leprosos, paralíticos, ciegos, pero también personas afligidas, descorazonadas, perdidas y heridas. Jesús ha venido y viene todavía a hacerse cargo de nosotros, a consolar y sanar nuestra humanidad sola y agotada".
"Hermanos, hermanas, todos nosotros necesitamos de la sanación de Jesús, médico de las almas y de los cuerpos", aseguró.
El Papa Francisco pidió también a Jesús desde el Lago de Santa Ana en Canadá: "Ayúdanos a sanar nuestras heridas. Sabemos que esto requiere esfuerzo, cuidado y hechos concretos de nuestra parte. Pero sabemos también que solos no lo podemos hacer. Nos confiamos a Ti y a la intercesión de tu madre y de tu abuela".
Al finalizar su mensaje, el Papa dijo a los indígenas canadienses que "he venido como peregrino también para decirles lo valiosos que son para mí y para la Iglesia. Deseo que la Iglesia esté entretejida con ustedes, con la misma fuerza y unión que tienen los hilos de esas franjas coloreadas que tantos de ustedes llevan".
"Que el Señor nos ayude a ir hacia delante en el proceso de sanación, hacia un futuro cada vez más saludable y renovado. Creo que sería también el deseo de sus abuelas y de sus abuelos. Que los abuelos de Jesús, los santos Joaquín y Ana, bendigan vuestro camino", concluyó.