A partir del ejemplo de la figura bíblica de Eleazar, el Papa Francisco reflexionó en la Audiencia General de este miércoles 4 de mayo acerca del honor de la fe, la coherencia de los ancianos y la importancia de su ejemplo hacia los jóvenes.
Explicó que "el honor de la fe se encuentra periódicamente bajo la presión, también violenta, de la cultura de los dominadores, que trata de envilecerla tratándola como un hallazgo arqueológico, vieja superstición, terquedad anacrónica".
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A continuación, el Papa Francisco defendió que "un anciano que ha vivido en la coherencia de la propia fe durante toda la vida, y ahora se adapta a fingir el repudio, condena a la nueva generación a pensar que toda la fe haya sido una ficción, una cubierta exterior que se puede abandonar pensando que se puede conservar en la propia intimidad".
Por ello, el Santo Padre ensalzó la fe de la vejez como un ejemplo a seguir por los jóvenes y aseguró que "un anciano que, a causa de su vulnerabilidad, aceptara considerar irrelevante la práctica de la fe, haría creer a los jóvenes que la fe no tiene ninguna relación real con la vida".
Devolver a la fe su honor
Más tarde, el Papa Francisco advirtió acerca de la hipocresía clerical y habló del gnosticismo, el que definió como una "herejía y desviación religiosa de este tiempo" que "interpreta, a su manera, una verdad indiscutible: que la fe nunca se puede reducir a un conjunto de normas alimenticias o de prácticas sociales".
Explicó a continuación que "la radicalización gnóstica de esta verdad anula el realismo de la fe cristiana. Porque la fe cristiana es realista, no es solamente decir el Credo, es pensar el Credo y decir el Credo, y hacer el Credo. Actuar con las manos".
"Sin embargo, esta propuesta gnóstica finge, lo importante es que tú dentro tengas la espiritualidad y luego puedas hacer lo que quieras. Y esto no es cristiano, y la primera herejía de los gnósticos, que está muy de moda ahora, en tantos centros de espiritualidad y demás", aseguró el Papa.
El Papa dijo también que "la presión que esta crítica indiscriminada ejerce en las jóvenes generaciones es fuerte. Cierto, sabemos que la práctica de la fe se puede convertir en una exterioridad sin alma. Este es el otro peligro, el contrario. Pero en sí misma no lo es en absoluto.
"Quizá nos corresponde precisamente a nosotros los ancianos devolver a la fe su honor", defendió el Papa Francisco.
"La fe merece respeto y honor hasta el final: nos ha cambiado la vida, nos ha purificado la mente, nos ha enseñado la adoración de Dios y el amor del prójimo. ¡Es una bendición para todos!", aseguró.
Por último, el Papa animó a los ancianos a ser ejemplo de los jóvenes y les recordó que "los jóvenes nos miran, y nuestra coherencia puede abrir un camino de vida bellísimo para ellos".