Frente a más de 70 mil peregrinos que se reunieron en la Basílica de Guadalupe a las afueras de Santa Fe, el Arzobispo local, Mons. José María Arancedo, recordó la tragedia ocasionada hace un año por el desborde del río Salado y reafirmó que “Santa Fe está herida pero no vencida”.
“Queremos rezar por los muertos y aquellos sufren actualmente todas las vicisitudes y reclamos justos, a la vez que pedimos que haya una mirada de mucha esperanza para reconstruir los lazos de confraternidad y convivencia”, expresó el Prelado.
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Asimismo, el Arzobispo resaltó “el orden y las demostraciones de fe” de los miles de peregrinos que participaron a lo largo del fin de semana de la tradicional celebración, a la que definió como una “referencia religiosa, cultural y de la fe del pueblo santafesino”.
“En estos momentos difíciles de Santa Fe queremos llevar el mensaje del Evangelio de Jesucristo de justicia, de verdad, de amor y de paz”, afirmó el Prelado y agregó que “por eso también le pedimos a la Virgen que nos acompañe para poder ser testigos y protagonistas de una ciudad en la cual brille ese rostro de justicia, de verdad, de amor y de paz en esta Santa Fe herida pero no vencida”.
Mons. Arancedo presidió la procesión y la Misa central que clausuró la celebración en honor a la Guadalupana, acompañado por el Nuncio Apostólico en Argentina, Mons. Adriano Bernardini, y el Arzobispo de Reconquista, Mons. Andrés Stanovnic.
La 105º peregrinación arquidiocesana a la Basílica de Guadalupe coincidió ayer con los 225 años del inicio de la construcción de la primitiva capilla, y también con el centenario de la colocación de la piedra fundamental de la actual iglesia y el cincuentenario de la declaración de Basílica al templo ubicado en la calle Javier de la Rosa.
Todo comenzó en 1773, cuando Francisco Javier de la Rosa resolvió levantar un oratorio en las afueras de la ciudad de Santa Fe para honrar allí a la Virgen de Guadalupe. En 1889, cuando se crea la diócesis de Santa Fe como un desmembramiento de la diócesis de la vecina Paraná, el primer Obispo local, Mons. Boneo, propuso ante la Santa Sede a la Virgen de Guadalupe como patrona y titular de la diócesis. El Papa León XIII accedió al pedido el 27 de junio de aquel año.